Con la inteligencia artificial con todas sus aplicaciones en movilidad, automatización de la producción, comunicación y ¿porque no?, en los robots humanoides asistentes para todo.
El CES -Consumer Electronics Show- es una de las ferias más grandes del mundo de productos de tecnología que se celebra en enero. En la edición de este año, una de las novedades fue un robot humanoide que hace las cosas de casa, fregar, lavar, etc. Una Roomba con aspecto humanizado, no sé si más guapa o útil, pero con forma de humano.
Pero lo que ha llamado la atención no ha sido este sino Aria, una robot diseñada para el compañerismo y la intimidad. Una mezcla de asistente virtual, confidente emocional y pareja personalizada. Es, en pocas palabras, una revolución en el terreno de las relaciones humanas, pero también una señal de los tiempos que vivimos.
El contexto no es casual. Estamos en un momento histórico en el que nunca había sido tan fácil comunicarnos con otras personas, y, sin embargo, la soledad y las enfermedades mentales están alcanzando cifras récord. Países como Japón y el Reino Unido ya tienen ministerios de la soledad, intentando combatir el aislamiento que aqueja a millones. Estudios de Harvard confirman que tener relaciones cercanas y de calidad es el factor más importante para la felicidad y la longevidad. Sin embargo, el contacto humano parece estar siendo reemplazado, poco a poco, por alternativas digitales.
Aria se presenta como una solución a esta paradoja. Con inteligencia artificial avanzada y diseño minimalista, es capaz de mantener conversaciones profundas, recordar tus preferencias y acompañarte en los momentos más difíciles. Además, permite una personalización absoluta: puedes diseñar a tu «pareja ideal» según tus gustos. Desde la altura hasta el tono de voz, pasando por su «personalidad». Ya no hace falta buscar a alguien que te diga que estás estupendo hoy; Aria lo hará siempre, sin que tengas que preguntar.
No obstante, la tecnología no es neutra, y esto plantea serias preguntas. En China, los «novios virtuales» son un fenómeno creciente entre los jóvenes que, ocupados con estudios o trabajos, no disponen de tiempo para la socialización tradicional.
Esto podría indicar una evolución de las relaciones humanas, pero también una alarmante desconexión de la realidad. ¿Estamos dispuestos a sustituir el calor humano por algoritmos que emulan emociones? ¿Qué sucede con el aprendizaje emocional que surge de las relaciones reales, con sus altibajos y su complejidad?
Aria también plantea dudas sobre la privacidad. Sus interacciones están respaldadas por datos almacenados en la nube. Cada conversación, cada preferencia compartida, cada detalle íntimo queda registrado. Esto no solo abre la puerta a posibles vulneraciones de privacidad, sino también a un modelo de negocio que podría comercializar nuestra soledad. Sin olvidar que estamos ligando con una base de datos.
Por otro lado, no todo es negativo. Aria podría ser un recurso valioso para personas que viven en aislamiento. También podría servir como una herramienta terapéutica, ayudando a gestionar emociones o recordando momentos significativos. Pero es importante que no perdamos de vista que un robot no puede sustituir lo que nos hace humanos: la vulnerabilidad, el roce, la imperfección. En el CES 2025, esta innovación ha sido recibida con tanto entusiasmo como escepticismo. Al final, ligar con un robot podría ayudarnos a no sentirnos solos, pero no sustituirá la riqueza de amar y ser amados por otros seres humanos.
PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trolls y rodearos SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.