Íñigo Errejón ha pasado de ser alguien excepcional por la luz que transmitía a serlo por la sombra que proyecta. Él mismo reconoció: «He llegado al límite de contradicción entre el personaje y la persona». Si la vida es una comedia (Balzac), a un actor principal se le cayó la máscara.
La correspondencia entre el personaje y la persona es un reto para todos y más aún para quienes aspiran a gobernar. El mejor elogio que pudo hacer Michelle Obama, en la convención demócrata que aprobó la candidatura presidencial de su marido, fue: «La política no ha cambiado a Barack. Ha revelado quién es».
Errejón ha tenido necesidad de bajarse de la noria de la fama para examinarse. Si el agua es impura en la fuente, lo será por cualquier cauce que discurra.