En cuanto terminó la comisión de secretos oficiales, se supo lo que se había dicho en ella, pese a que sus miembros están obligados a guardar el secreto. Esto refuerza la idea que Benjamín Franklin expresó diciendo: «Tres podrían guardar un secreto si dos han muerto». Y en la Comisión eran diez y todos vivos.
No es fácil guardar un secreto. Un niño de tres años no sabe hacerlo por la simple razón de que no entiende las consecuencias sociales que implica desvelarlo. Al hacerse mayor lo va comprendiendo y al llegar a la adolescencia los guarda ante su propia familia, aunque muchas veces en vano porque «los ojos no saben guardar un secreto».
Entre los diez miembros de la Comisión, todos adultos, dos habían sido espiados. ¡Qué situación más surrealista!