Regalos

Decir que no te gustan los regalos es un postureo intelectual que practico. Lo reconozco. Pero es mentira. Me gustan los regalos, me gusta hacer regalos y, por supuesto, me encanta recibirlos. El problema es que si afirmas que quieres un regalo por Navidad, o quieres hacer regalos por Navidad, se te etiqueta fácilmente de frívola y consumista. Cálmense un poco todos y todes. La reflexión política en torno a les épocas de mayor consumismo del año es necesaria. Es obvio que, al hacer accesible el lujo o los seudónimos del lujo (las grandes marcas saben bien que es mejor vender muchos pintalabios que fiarlo todo a un vestido de noche), la inmensa mayoría decidimos cambiar la Revolución por la Imitación. Si podemos imitar a los ricos, ¿para qué necesitamos una Revolución y obtener un justo reparto de los bienes? Es cierto: con la imitación han acabado con nuestra reivindicación. Lo compro. Pero eso no significa que me guste pensar en cómo voy a encontrar esa pieza, ese libro, ese perfume, que le va a dar a otra persona dos mensajes: uno, he pensado en ti, poniéndome en tu lugar; y dos, comprar algo no es ir contra el planeta. Es, sencillamente, un gesto de amor. Luego llega la locura de quererlo todo, de tenerlo todo. Pero ese es otro tema que tiene que ver más con la droga social que significa el consumo y que va más en la línea de atontarnos. Pero, un buen regalo, es amor.