Vi por primera vez a John Wayne una tarde de sábado. Vi su caminar, escuché su voz (magnífico doblaje). John Wayne cabalgó por mi infancia y, muy probablemente, por la suya, y determinó para siempre la forma de algunos de nuestros sueños. En el mundo de Wayne, él daba la impresión de ser un tipo decente y modesto. El Duque (Duke) como le llamaba John Ford. Allí estaba Wayne, con sus espuelas, su pañuelo polvoriento, su camisa azul. Allí estaba Wayne, con un sombrero ladeado, su movimiento de caderas al andar. Centauros del desierto, Río Bravo, La Diligencia, El hombre que mató a Liberty Valance. Los diálogos, la mirada. En un mundo caracterizado por la banalidad, la duda y las ambigüedades paralizantes, él sugería otro posible, uno que puede o no haber existido alguna vez, pero que en cualquier caso ya no existe: un lugar donde un hombre podía moverse libremente, podía hacer su propio código y vivir según él; un mundo en el cual, si un hombre hacía lo que tenía que hacer, un día podría llevarse a la chica y cabalgar por el desfiladero y encontrarse en un recodo del río, los álamos brillando al sol. Ayer volví a ver Un hombre tranquilo y me enamoraré de nuevo.
John Wayne
21 julio 2024 21:58 |
Actualizado a 22 julio 2024 07:00
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