Los fantasmas existen. Solo los muy ingenuos no creen en ellos. La humanidad está llena de fantasmas. No podemos pensar que no existen, porque si no nos importaría poco dónde reposan, o cómo actuar para permitir su tránsito. Los funerales no existirían. Los muertos existen porque nos preocupamos por ellos, porque los que no descansan en paz nos persiguen en sueños. Veamos sino el caso de los 180.000 muertos que esperan en cuentas y cementerios de España que la memoria los reclame. Son los muertos de la Guerra Civil que no han recibido aún el lugar político y existencial que merecen. España es –después de Camboya– el país con más fosas comunes del mundo. Y eso desde 1939. Una herida que continúa sangrando. Es cierto que producimos muertos con los que no sabemos qué hacer. El fantasma surge cuando nos preguntamos cuál es nuestra herencia, qué heredamos. No sabemos bien cómo gestionarlos. No son seres del ultramundo, encantados por conjuros maléficos. Son los muertos que nos exigen hacer algo por ellos. Recuperarlos. Asumirlos. Recordarlos. ¿Cuántas cosas hacemos para no defraudar a un muerto? Los fantasmas son herencias que recibimos y debemos actuar en consecuencia. Y, es verdad, cuando alguien muere, existe. Existe en la medida del peso de su recuerdo. Lo peor que puede pasar es que los condenemos al limbo del olvido.
Fantasmas
04 diciembre 2024 21:08 |
Actualizado a 05 diciembre 2024 07:00
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