Estábamos en pandemia. 2021. Teníamos vacaciones y queríamos salir a algún lugar tranquilo, sin multitudes. Era lo que buscábamos aquel verano en el que las mascarillas eran parte de nuestra cotidianidad. Aquel día también queríamos hacer un poco de turismo de proximidad. Cogimos el coche. Hacía años que no visitábamos la Cartoixa d’Escala Dei. Muchos. El sol de agosto era intensísimo y decidimos ir al mediodía, sobre las doce. Llegamos al recinto y se nos hizo un poco raro: ¿Cómo puede ser que vivamos tan cerca y llevemos tanto tiempo sin ver una joya como esta? Hicimos la visita libremente, una visita estándar, no inmersiva ni con audioguía. Pero pudimos parar un segundo. Leer. Observar. Recordar. Respirar. Escuchar el silencio. Comprender. Era aquel parón que a veces necesitamos. También nos achicharramos, no nos engañemos (insisto en que era un mediodía de agosto). Luego, con aquella paz y aquella sensación agradable, quisimos alargar la excursión y permanecer unas horas más en el corazón del Priorat. Nos dijeron que el hotel Terra Dominicata tenía un restaurante que estaba abierto también a clientes no alojados allí. Llamamos. Tenían mesa. La calma seguía. Una comida agradable. Luego, aquella terraza. El silencio. Un café frente al Montsant. Hablamos de la vida. Escala Dei y el Montsant consiguen esto. Que paremos. Que pensemos.
El parón tan necesario entre historia y paisaje
16 enero 2025 07:26 |
Actualizado a 16 enero 2025 07:27
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