El delito de pensar

31 marzo 2024 18:44 | Actualizado a 01 abril 2024 07:00
Carolina Figueras Pijuán
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Dice el economista y comunicador Marc Vidal: «Piensa todo lo que puedas antes de que sea delito». Algunos llevamos sudaderas con el típico estampado universitario americano, el emblema de una ciudad europea, un personaje de Disney e incluso ciertas frases como esa, tan disuasoria, de princesa de polígono: «Olvídalo, no puedes mantenerme». Tengo un conocido que admira la cultura rusa y comenzó a estudiar su idioma. Tiene una camiseta donde luce una bandera y el alfabeto cirílico. Un día su jefe le dijo que no llevara su camiseta ‘reivindicativa’ al trabajo, ya que hay compañeros ucranianos. ¿Qué ha pasado con las demostraciones oficiales a favor de Ucrania, de Gaza y de Israel? ¿Son manifestaciones bélicas altamente peligrosas en contra de los ciudadanos del otro país en guerra? y, ¿son los ciudadanos culpables de las decisiones de sus gobernantes? Hemos visto edificios iluminados que deberían ser ‘neutrales’ con los colores de Francia, Ucrania y Palestina. Como pacifistas por las causas perdidas ajenas somos lo más. Siendo defensora de la libertad de expresión, nunca caí en la patochada hipócrita de definirme ‘Je suis Charlie’ (y menos, francesa) en mi perfil de Facebook, la revista sabía a quiénes les buscaban las cosquillas.

Transitar con una camiseta rusa no es un delito de odio ni el signo inequívoco de la afiliación a Putin, como ir de turismo a La Habana con un estampado de ‘I love NY’ no es una provocación

Fue un suceso terrible e inexcusable, y es que las cuestiones de la Fe tarde o temprano –advierte la Historia– se pasan a cuchillo. Esa censura aplicada en horario laboral, donde cada cual viste como quiere, restringe la libertad individual por una mera suposición en evitación de males inexistentes y pregunto en qué momento llevar un estampado en la ropa es un signo hostil contra otra cultura, etnia y país. ¿Por qué se presupone que una persona ucraniana en nuestra tierra, por el hecho de tener un pasaporte, ha de sentirse ofendida por un souvenir? ¿Es Ucrania el patrimonio ideológico de Zelenski y los muertos rusos valen menos? y, ¿qué indicios y paranoias sustentan la idea de que dicho grafismo pueda provocar un conflicto?

Transitar con una camiseta rusa todavía no es un delito de odio ni el signo inequívoco de la afiliación a Putin, de la misma manera que ir de turismo a La Habana con un estampado de ‘I love NY’ no es una provocación al reducto comunista de los cubanos que pagan lo que sea por unos jeans y unas deportivas de marca de ese yanki diabólico que huele a azufre y suena a estertor del sueño americano. En último caso, el amigo de la camiseta de la discordia estaría en su pleno derecho de elegir posición.

Estas distracciones identitarias nos someten, manipulan y coartan hasta el punto de que me aboca a gastar mis últimos cartuchos antes de que nos detengan por pensar

Sin amplitud de miras es muy fácil caer en la tentación de recortar libertades y ver ofendidos debajo de las piedras. Sé dónde vivo y sabía que una simple camiseta rusa acarrearía esa desconfianza. Tengo personas muy queridas en Rusia y en Ucrania, me parte el corazón saber que en ambos territorios se sufre. Vivimos una cultura de la cancelación desorbitada, como en el último spot de Cola-Cao donde en la primera parte se silba la melodía (por no mencionar al ‘negrito’ del África tropical) y en la segunda parte se canta la letra para conectar con la nostalgia del consumidor de mayor edad como yo, que recuerdo ese jingle sonando en la vieja radio Marconi en los años 60. De la misma forma, esa incómoda e innombrable ‘N’ en Estados Unidos que nos recuerda la película El cantor de jazz, ha pasado a considerarse incorrecta, racista y humillante por la cara pintada de Al Johnson, exactamente, como los reyes magos de la reciente polémica navideña en nuestro país porque no eran africanos. Estas distracciones identitarias nos someten, manipulan y coartan hasta el punto de que me aboca, como dice Vidal, a gastar mis últimos cartuchos antes de que nos detengan por pensar.

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