Bruselas

07 enero 2025 20:04 | Actualizado a 08 enero 2025 07:00
Natàlia Rodríguez
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No os vengo a vender Bruselas como una de las mejores ciudades de Europa, QUE LO ES, porque lo bueno se autoexplica y defiende solo. Los lugares reverberan lo que somos. Al inquieto le gusta NY, al conservador audaz le interesa Londres. El inconsolable va a Roma; el melancólico, a Venecia; el que sabe va a Milán (porque la pinacoteca Brera es el mejor museo del mundo), y el que puede va a París porque básicamente lo tiene todo. Y está a una hora y cuarenta minutos de Bruselas. Me dirán que llueve, que es gris, que está sucia, que tampoco hay para tanto. ¿Y? Bruselas es el ombligo de Europa. Es cierto que la belleza simplona, evidente, sin esfuerzo, no es lo suyo. No es Viena. Ojo, me gusta Viena porque es como yo quisiera ser dentro de unos años: sólida, seria, bien acabada. Pero eso será después. Viena es para más tarde. Bruselas es una aventura que obliga a salir de lo previsto. Porque lo mejor de Bruselas no son los mejillones, las patatas fritas, la cerveza, el chocolate, Jacques Brel, George Simenon, Chantal Akerman, Tintin, Amelie Nothomb, la floristería de Thierry Boutemy (la mejor del mundo), la Grand Place, le Sablon y su mercado de antigüedades que languidece los fines de semana, el Jeu de Balle de las seis de la mañana. Lo mejor de Bruselas es que nada es lo que parece, que todo brilla en ese caos, que la ironía es la reina, que es enero y volvería con los ojos cerrados.

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