Lincoln en un teatro de Washington (1865), Garfield en una estación de la capital (1881), McKinley en un concierto en Buffalo (1901), y John F. Kennedy en una rotonda de Dallas (1963), fueron los cuatro presidentes asesinados.
Después de ellos quien estuvo más cerca de la muerte fue Ronald Reagan frente a un hotel de Washington (1981), cuando una de las balas de un pistolero (que solo pretendía impresionar al amor no correspondido de la actriz Jodie Foster), le alcanzó el pecho y se alojó en un pulmón. «Espero que sean ustedes republicanos», bromeó con los cirujanos en la mesa de operaciones. «Hoy todos somos republicanos», contestó uno de ellos.
Simpatías o antipatías aparte, lo mismo diría hoy a Donald Trump todo aquel que condene la violencia.