Montalvo se dirigió a la esquina consciente de que en su bota se hallaba la última esperanza grana. El Nàstic quemó naves con toda su artillería volcada en el área. Le salió un servicio inmaculado al canterano, lo interpretó Gorostidi a las mil maravillas. En el alargue, a los 93 minutos, el centrocampista la acarició a gol en el segundo poste. Minuto 93. Sergio Ramos lo conoce muy bien.
El fútbol premia a la persistencia, Ander Gorostidi no había vivido su mejor tarde, sobre todo en el primer tiempo, pero su categoría como mediocampista, su personalidad, le permiten sobrevivir a la dificultad. Dani Vidal entendió esas connotaciones, por eso lo conservó en el campo.
El 1-0 en el suspiro final contó con tintes de justicia deportiva, la tuvo si se analiza el genérico del juego, aunque el compromiso no gozara de fuegos artificiales. La pancarta que Orgull Grana desplegó en el arranque «Volem justicia» se aplica al relato. Mientras el club pelea en los despachos, sus jugadores ganan en el campo.
Antes de la gloria, cuando solo se habían consumido 20 minutos, Pablo Fernández recibió una pelota en área chica, escorado a la izquierda. Curioso, el balón le llegó de las manos de Joan Oriol, que había servido el saque de banda. Pablo cuerpeó con criterio, se embolsó la pelota en el rostro y giró para el remate. Lamió la madera.
En realidad, esa acción de pivote ofensivo de Pablo se convirtió en lo único destacable del episodio inicial. Ni Nàstic ni Zamora hallaron la plenitud. Ni se acercaron a ella. Se intercambiaron posesiones estériles, alejadas de la precisión y del talento. Congelaba el frío en el Nou Estadi, heló los sentidos incluso de los futbolistas. Eso sí, los dos anduvieron correctos en tareas de intendencia, no concedieron errores.
Dani Vidal le ofreció chance a Álex López en el doble pivote junto a Gorostidi, Óscar Sanz actuó de zaguero para ocupar el vacío de Dufur, sancionado. La sensación que transmitió el Nàstic desprendía incomodidad, no encontró el flow cuando necesitó proponer.
Querer y no poder
El Zamora, quizás más pulcro cuando intentaba salir, no enlazó ningún pase en la zona de la verdad. El Nàstic, menos elitista, se arropó en el empuje. En los dos casos fue un querer y no poder.
Con Gorostidi impreciso y los dos extremos, Narro y Concha, desconectados, el juego grana careció de continuidad, tampoco la fisonomía del partido invitó a tenerla. El primer tiempo, de perfil muy bajo, no complació a los puristas, tampoco a los menos románticos. Los y las hinchas, eso sí, aguardaron debajo de los abrigos y las mantas y la música fiestera del intermedio les conectó el ánimo. Era día para valientes.
Seguramente, la charla de Dani Vidal se encaminó a subir las pulsaciones y el entusiasmo de sus futbolistas, por lo menos así lo dejó entrever Álex López con un desplazamiento delicioso al movimiento que le dibujó al espacio Pablo Fernández. Concha cabeceó desviado el centro del rascacielos grana en el primer ataque del desenlace.
El contexto pedía una dosis de energía extra, los tarraconenses no podían dejar que el juego cayera en la excesiva monotonía. Da igual el cómo, necesitaban que sucedieran cosas, que el decorado se agitara. Una patada a destiempo, con amarilla incluida, del visitante Kike Márquez a Álex López caldeó el ambiente. Algo es algo.
Rebollo escupió con acierto un tiro desde la frontal del mismo Kike Márquez, justo antes de que Dani Vidal moviera ficha. Ingresaron Jaume Jardí y Montalvo, salieron Narro y Álex López. Cambiaba poco a nivel posicional, sí a nivel emocional. Ahí, el Nàstic dio un paso al frente.
Final épico
La colegiada Olatz Rivera cortó una acción supersónica en la que Antoñín volaba hacia el marco del Zamora con ventaja. Se oyó el grito del Nou Estadi, que no está para errores arbitrales. Caprichos del destino, a un cuarto de hora para la conclusión, los focos del templo grana flojearon y se encendieron las linternas de los teléfonos. Se paró el envite, lógicamente. El contratiempo se solventó en cero coma.
El técnico del Nàstic acudió una vez más al fondo de armario para tratar de modificar el guion, Marc Fernández y Álex Jiménez adoptaron el foco en detrimento de Antoñín y Concha, echó de menos el equipo a David, sobre todo en tareas de arte, de desequilibrio. Si Concha fluye, levita el Nàstic. No sucedió ayer.
Para las gamberradas sí estuvo Jaume Jardí, dinámico, pillo y muy fino en el pase. Dos maniobras del extremo generaron veneno, el Nàstic se acercó al éxito gracias a él. El primero de sus centros, lo impactó con la testa Marc Fernández que, cuando entonaba el éxtasis, vio como esa pelota se marchaba por nada. Justo después, Jardí profundizó por el costado zurdo y volvió a enviar un caramelo para el gol. Esta vez, Pablo Fernández se lamentó con las manos en la cabeza cuando observó que la definición no perforó la portería de Fermín por el pelo de una gamba.
Entonces, en el ejercicio de épica, Montalvo y Gorostidi secuestraron tres puntos que valen oro, ante el jolgorio del personal, que se había resignado con el punto soso que se cocía hace rato. Ya dicen que las alegrías inesperadas impregnan una euforia hasta delirante.