Instagram ha implementado una nueva política que prohibe a los menores de 16 años realizar transmisiones en vivo sin el consentimiento de sus padres. Esta medida tiene como objetivo reducir los riesgos de ciberacoso y grooming, reflejando la creciente preocupación por la seguridad de los jóvenes en las plataformas digitales. Sin embargo, esta decisión plantea un dilema fundamental sobre hasta qué punto la tecnología debe intervenir en la vida de los adolescentes.
Las redes sociales son espacios centrales para la expresión personal, la socialización y la construcción de identidad, y son especialmente significativas en la adolescencia. Instagram, en particular, permite a los jóvenes conectar con sus amigos y compartir sus experiencias en tiempo real, otorgándoles un sentido de pertenencia y visibilidad. No obstante, esta visibilidad también conlleva riesgos reales, como el ciberacoso y la exposición a contenidos inapropiados, que pueden afectar gravemente la salud mental de los adolescentes. La medida de Instagram, que requiere el consentimiento parental para las transmisiones en vivo, busca mitigar estos riesgos.
Sin embargo, podría interpretarse como una invasión a la privacidad de los jóvenes, recordando las situaciones retratadas en la serie Adolescencia, donde los jóvenes lidian con la presión de satisfacer las expectativas de su entorno mientras intentan forjar su independencia. En el contexto digital, los adolescentes pueden sentir que sus libertades se restringen, lo que podría generar tensiones también en casa.
Si bien la seguridad es fundamental, la verdadera solución no radica solo en imponer restricciones, sino en brindar a los jóvenes las herramientas necesarias para navegar por internet de manera informada y responsable. De hecho, plataformas como Instagram podrían colaborar activamente con educadores y padres para implementar programas de educación digital que permitan a los adolescentes tomar decisiones conscientes sobre su presencia en línea.
Tal como se muestra en Adolescencia, donde los jóvenes aprenden a navegar un mundo complejo, tanto en el ámbito real como en el digital, la clave está en acompañarlos en su proceso de madurez. Fomentar una cultura digital responsable ayudará a los adolescentes a desarrollar su capacidad de autorregulación sin sacrificar su autonomía.