El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, tiene una oportunidad única de darle un cambio copernicano a la astenia administrativa que ha sufrido el patrimonio de la Tarraco Romana desde hace ya varias décadas. Sería excesivamente largo hacer un listado de las promesas incumplidas por todas las administraciones. Pero no hay que olvidar que detrás e toda promesa incumplida, hay una sociedad que no se moviliza, que se desentiende, que se victimiza, pero que no se organiza. Y esta es la cruda realidad.
Este Diari ya publicó hace unas semanas una portada -con su información correspondiente- en la que se hacía una llamada casi de socorro al actual representante del ministerio de Cultura para que sucediese algo. Ese algo en concreto es el proyecto de museización del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona que lleva cerrado desde el año 2017. Es decir hace ocho años. Una barbaridad. Seguramente hoy tendremos buenas noticias, pero son noticias que cuestan enormemente de conseguir. Por eso hemos querido titular este editorial como «Ahora o nunca».
El patrimonio de Tarragona no puede depender de la volatidad política. La propuesta del alcalde Rubén Viñuales de constituir un Consorcio que permita un plan de inversiones públicas y privadas consecuentes (el ejemplo de Mérida no es el único, pero seguramente es el más obvio y también el que más duele. Que Mérida tenga el nivel de inversión que tiene y que Tarragona se tenga que conformar con pequeñas partidas es inaceptable. Aunque, bravo por Mérida), es una urgencia. Y ahora es el momento. Es el momento político porque todas las administraciones no solo comparten valores y proyecto de gobierno, sino porque comparten una misma visión y responsabilidad. Pero también es el momento porque la sociedad tarraconense ha dicho Basta Ya. La situación no puede perpetuarse. Todos sabemos del potencial del patrimonio romano de Tarraco.
Lo vemos en el aumento del turismo, en los éxitos de Tarraco Viva. Lo vemos, cada día, pero sin una estrategia, el peligro de perderlo todo, es real. En 2025 celebramos los 25 años de la nominación de la UNESCO. Lo haremos sin el Museo que merecemos y eso ya sería intolerable en cualquier lugar. Pero lo inaceptable es que permitamos que la desidia continúe.