Este verano pasará a la historia como el verano de los trenes. Retrasos, averías, aglomeraciones en estaciones, robos de cobre, trenes que se quedan parados en túneles durante horas, y hasta un incendio forestal que dejó atrapado un convoy del que trataron de escapar varios viajeros. Los problemas de la red ferroviaria suelen ser aprovechados por los políticos para tirarse los trastos a la cabeza y eludir responsabilidades.
Trenes con retrasos en la red de cercanías y en la alta velocidad el despegue de los operadores ‘low cost’, que ha cambiado todo el escenario y disparado el número de trenes que circulan y, con ello, las incidencias, en un sistema ferroviario que aún arrastra la falta de inversión que provocó la crisis del 2008. Esta llegada de operadores ‘low cost’ ha desbaratado el mapa ferroviario con una guerra de precios a la baja. Una rivalidad impensable en países como Francia que abren con cuentagotas su red ferroviaria a las compañías extranjeras. Eso ha tenido otra derivada, que Renfe haya eliminado gran parte de las indemnizaciones a los usuarios en caso de retraso de sus trenes. El motivo es obvio, hay muchos más retrasos y la puntualidad es un accidente que se celebra como un premio de lotería. No hay día sin incidentes en la red ferroviaria. Hay que recordar que las obras de la red son responsabilidad de ADIF, ese ente fantasma que es el responsable del mantenimiento y que no aparecer por ninguna parte. Menos puntualidad, más incidencias y unas infraestructuras que se han quedado obsoletas. Todo esto sin llegar al corte previsto el 1 de octubre que dejará al sur de Catalunya sin conexión ferroviaria con Barcelona. Salvador Illa -queremos creer- ya tiene encima de la mesa el dossier Tarragona. Queremos creer que sus consejeros le han dicho que a pesar de que la plana mayor de su conselleria de mobilitat sea de Girona, el foco de su atención debe estar aquí. No va a ser sencillo para nadie, y lo peor que puede pasar es repetir errores del pasado.