Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos confió en el libre comercio como el motor de su prosperidad. Trump tiene una perspectiva radicalmente opuesta y considera que el mundo ha progresado a expensas del interés de Estados Unidos. Esto constituye un giro respecto al orden económico liberal. Trump apuesta a una política basada en el nacionalismo económico: restringir la entrada de productos extranjeros para favorecer la producción local y «poner a América Primero». La materialización del sueño trumpista se enfrenta al hecho de que vivimos en un mundo altamente interconectado. Muchas industrias dependen de cadenas de suministro globales complejas. Esto significa que restringir el comercio mediante aranceles puede multiplicar los costos para negocios locales, afectando la competitividad y la generación de empleo. Los aranceles son, en esencia, un impuesto a las importaciones y como tal, su efecto se traslada al precio de las materias primas, los bienes intermedios y los bienes finales. Esto golpea especialmente a las clases medias y bajas, que cuentan con menos mecanismos para protegerse ante variaciones fuertes en los precios. Si por alguna razón piensa que este asunto solo debería preocupar a los consumidores norteamericanos, se equivoca. Buena parte de la producción nacional de textiles, manufactura o agroindustria en países como los de América Latina depende de insumos o maquinaria importada. El aumento de los aranceles incrementa los costes de producción, lo que se traduce en precios más altos para los consumidores finales.
El nacionalismo económico tiende a ser contagioso y se produce una vez los países entran en la lógica de las represalias comerciales, lo que conduce tanto a una reducción de intercambio mundial como a un aumento de precios debido a la reducción de la competencia global. Al final la lección es clara: más que simplemente protegerse, los agentes económicos pueden aprovechar esta turbulencia para reposicionarse y ofrece una oportunidad para que el ciudadano común se interese en mejorar su conocimiento en finanzas personales. Quienes identifiquen y capitalicen estas oportunidades podrán salir beneficiados una vez pase la tormenta.