Gisèle Pelicot y la raíz
del mal del patriarcado

07 septiembre 2024 22:17 | Actualizado a 08 septiembre 2024 07:00
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Si encontrarse frente a decenas de hombres acusados de haberla violado, incluyendo al que fue su marido durante décadas, alteró a Gisèle Pelicot, no se notó. Ella entró el jueves en un juzgado abarrotado con un aplomo férreo, el rostro sereno y los ojos secos bajo sus gafas de sol. Sus hijos la seguían. Subió al estrado y contó al tribunal cómo la vida que había construido durante cinco décadas se había desmoronado una mañana a finales de 2020, cuando la policía la citó en una comisaría del sur de Francia. Allí le dijeron que el hombre al que consideraba el amor de su vida llevaba casi una década drogándola e invitando a extraños a entrar en su casa y violarla con él mientras ella se encontraba inconsciente.

No hay contexto que justifique la violencia que mata a las mujeres. Gisèle Pelicot pone el foco en el agresor. Su gesto es formidable

Según las leyes francesas, Pelicot, de 71 años, podría haber evitado que el juicio se llevara a cabo bajo el ojo público. Sin embargo, ella decidió que era importante que toda Francia –y todo el mundo– conociera su historia y que la vergüenza recayera en los acusados, no en ella. «Para que cuando otras mujeres, si se despiertan sin memoria, puedan recordar», dijo con voz tranquila y controlada. «Ninguna mujer debería sufrir por haber sido drogada y victimizada». Son tantos los hombres procesados, que el juzgado tuvo que construir una segunda cabina de vidrio en la sala para los detenidos. Entre ellos hay bomberos, soldados, camioneros, un experto en informática; sus edades oscilan entre los 26 y los 74 años. Muchos mantienen relaciones estables y tienen hijos. En España, un alcalde del PP, Antonio Martín, de Vita en Ávila, cantó en publico una canción «popular» en la que se relata la violación a una niña. El presidente de los obispos españoles, Luís Argüello, arzobispo de Valladolid, dijo que lo reprobaba pero que había que ponerlo en contexto. NO. Un enorme NO. Esa es la raíz del mal: el contexto. Hombres con vidas normales consideran lo abominable, aceptable. Si no cambian, nada evitará la pandemia de muertes de mujeres a manos del patriarcado.

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