El difícil arte de disfrutar de las vacaciones

08 agosto 2024 00:09 | Actualizado a 08 agosto 2024 07:00
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Un mundo hiperconectado y la obsesión moderna con la productividad han hecho que relajarse se vuelva imposible. Y esto pasa factura para la salud mental de la ciudadanía. Puede parecer, en medio de agosto, que preguntarse si el ocio está en peligro de extinción no tiene mucho sentido. Los bares están llenos, las calles rebosan de paseantes y, en cierto modo, parece que todo el mundo se ha ido de vacaciones. Las estadísticas cuentan récords de turistas y las proyecciones hablan de que cada vez se viajará más. Sin embargo, el descanso -o, mejor dicho, la falta de él- es ya uno de esos recurrentes problemas del siglo XXI.

Las vacaciones pueden ser fuente de ansiedad y estrés cuando deberían ser una oportunidad para recargar pilas.
El ocio como pesadilla

A la población le cuesta cada vez más relajarse, algo que a la larga tiene consecuencias. ¿Hemos perdido la capacidad para la desconexión? El filósofo y matemático francés, Blaise Pascal, ya lo decía hace más de 200 años: la felicidad consiste en saber no hacer nada. Las vacaciones no son un lujo que las compañías regalen a los trabajadores, sino que es una necesidad para el bienestar físico y mental que repercutirá positivamente en la empresa. Pero incluso, y más allá de la relación con el trabajo, la obsesión moderna con la productividad ha llevado a que se vean hasta las fuentes de ocio de una manera cada vez más ansiosa. Pasa con los viajes. El exceso de planificación y la necesidad de verlo y experimentarlo todo han llevado a que viajar se convierta en lo que ya se conoce como «turismo frenético» y fuente de estrés. Querer controlarlo todo y hacerlo todo lleva a un bucle obsesivo en el que lo que sale perdiendo es el relax. Nos hemos obsesionado con la idea de aprovechar al máximo nuestro tiempo y eso es una fuente constante de infelicidad. Parece el colmo del cinismo pensar que las vacaciones son una fuente de ansiedad. Pero algo hacemos mal, cuando no sabemos no pasarlo bien. Qué nostalgia pensar en las vacaciones de siesta bajo un pino y sandía para merendar. Como la canción de Els Pets... els genolls pelats. Eso, y arena en los pies y poco más. Habrá que regresar al pasado.

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