El Club de Vela de la Platja Llarga va a perder parte de su edificación ya que la Dirección General de Costas ha decidido no permitir su reconstrucción. El edificio había sufrido unos graves daños tras la tormenta de Santa Tecla del 2023. Es un ejemplo más del cambio que se nos avecina. La línea de playa tal y como la conocemos tiene los días contados. El cambio climático va a provocar que nuestro litoral sufra de forma inminente unas modificaciones estructurales y eso va a provocar la desaparición de elementos históricos como es el caso del Club de Vela.
El calentamiento global, el mayor número de episodios meteorológicos catastróficos –como la gota fría, que tanto afecta al área mediterránea–, son los causantes de este desastre. El Mediterráneo es una de las áreas mundiales donde se estima que puedan ser más evidentes los cambios en las condiciones climáticas durante las próximas décadas. La subida de temperaturas y el descenso de precipitaciones obliga a tomar medidas para la adaptación y reducir el impacto del referido proceso. El área mediterránea pierde suelo fértil a gran velocidad por efecto de la erosión y en consecuencia, los efectos del calentamiento planetario presentarán múltiples y variados efectos sobre el Mare Nostrum. Esta degradación afecta directamente a las edificaciones de primera línea de litoral. La costa Atlántica francesa, por ejemplo, ha visto cómo desaparecen pueblos enteros tras alguna de las famosas mareas que cada año afectan a la zona. En todo el planeta el aumento del nivel del mar es ya un problema absoluto. La catástrofe anunciada. Hay que tomar medidas, aunque cuando tocan lugares con los que se ha generado una conexión emocional, nos preguntamos si no hay otra manera de solucionar las cosas. Si no hay un margen para darnos tiempo a acostumbrarnos a perder esa playa, esa cala, ese mar que nos vio crecer. Como señaló el poeta Gary Sherman Snyder: «La naturaleza (también las playas) no es un lugar para visitar. Es el hogar».