AP-7, la autopista que es una pesadilla

En los cuatro últimos días la AP-7 ha vivido cuatro accidentes de camión que la han tenido cortada durante horas. Un primero el viernes de madrugada, un camión en El Vendrell que transportaba coches de lujo quemado, el segundo un camión frigorífico en L’Ampolla, 24 horas más tarde, tercero, a media tarde de domingo un camión cisterna cargado de vino en Freginals, y el cuarto el de ayer un choque entre un camión cisterna cargado de salfumán (materia peligrosa) impacta con un camión frigorífico en Ulldecona. Para hacerse una idea, este último causó colas de 35 km. Desde que la gratuidad de las autopistas llegó a nuestras vidas, la AP-7 se ha transformado en una auténtica pesadilla para los miles y miles de usuarios que transitan por ella. Enumerando los problemas: sobresaturación, mantenimiento escaso, aumento considerable del nivel de inseguridad de tal forma que los paneles luminosos ya recomiendan no pararse a asistir a un coche que pida ayuda en el arcén. Es decir, en la AP-7 el deber de asistencia en carretera no existe porque lo más probable es que te acaben robando o agrediendo, o ambas cosas a la vez. La gratuidad de las autopistas catalanas era una reclamación histórica que debería haber compensado el déficit histórico que padece Catalunya en inversiones públicas. Especialmente el déficit de inversión pública que padece Tarragona, que como ya venimos explicando, es endémico y muy preocupante. Pero es el ejemplo de cómo una buena noticia se transforma en una malísima idea cuando no se acompaña de la gestión correcta. La AP-7 es la arteria de comunicación más importante de Catalunya y una de las más importantes de España. Transitada por un número creciente de camiones, soporta una intensidad de tráfico muy importante. Su evidente saturación debería forzar a las administraciones a tomar medidas: mayor seguridad, mantenimiento efectivo, ampliación de carriles. Y quizás aportar por la viñeta como tienen en muchos países civilizados.