Los entrevistadores tenemos varios trucos para obligar al entrevistado, cuando es especialista en un tema complejo, a hacer un esfuerzo de simplificación para que los lectores no tengan que hacerlo. Uno de los más manidos es el de citar a Einstein: «No has entendido algo hasta que no eres capaz de explicárselo a tu abuela».
El problema de la cita es que hoy no la entiende nadie ya, porque las abuelas saben más que muchos de sus nietos y están hiperconectadas todo el día con pleno derecho a la sociedad del conocimiento.
Tanto que el otro día cometí el error viejuno y desfasado de usar el recurso de la cita de Einstein para pedir a un experto en mecánica cuántica que me la explicara «como si yo fuera su abuela». Y el pobre científico hizo lo que pudo. Lo que no pudo es evitar un alud de tuiters, mensajes, mails y whatsapps de abuelas justamente indignadas por haber sido tratadas como si fueran las mentes simples que fuimos el matemático y yo.
Una de ellas acertó de pleno cuando nos masacró con un: «se ve que las abuelas no tienen carreras universitarias, ni saben de ciencia, señor Amiguet, ¿Qué tal si deja de hincharnos los ovarios con estereotipos?».
Por supuesto que Einstein, el matemático y yo debemos pedir disculpas por la desconsideración hacia las abuelas y por nuestro prejuicio viejuno y trasnochado.
Podríamos aducir en nuestro descargo que las abuelas de hoy no son como las de antes y que se nos ha quedado la cita desfasada, pero seríamos doblemente estúpidos y, además, ignorantes, porque la nómina de abuelas que han sido premio nobel de disciplinas científicas es apabullante desde hace un siglo: y aquí tienen una muestra para avergonzar a Einstein y a mí, que ya lo estoy.
Empezando por la gran Marie Sklodowska-Curie, premio Nobel de Física y nobel de Química ya en 1903 y en 1911; su hija, y también abuela de científicas, Irene Joliot-Curie, que fue Nobel de Química; o Gerty
Theresa Cori, abuela y Nobel de Medicina; Dorothy Mary Crowfoot Hodgkin, Nobel de Química; Rosalyn Yalow, de Medicina; Barbara McClintock, Nobel de Medicina; y Ada Yonath, premio Nobel de Química a quien entrevisté y proclamó en su primera respuesta su orgullosa condición de abuela.
Como ven, de abuelas simples, a quien hay que explicar las cosas de la ciencia con sencillez, nada. Al contrario, la disertación de la Nobel Yonath, esa sí, requirió que me explicara su trabajo «como si yo fuera un estúpido varón de mediana edad».
Y es que las abuelas son sabias por mandato genético, ya que la evolución fue preservándolas y aún las preserva y por eso viven cinco años de media más en España que los abuelos, para ayudar a las madres, sus hijas, a perpetuar la especie. De ahí el invento de la menopausia sin que haya una pitopausia para nosotros, los varones, que nos permita seguir viviendo con provecho para la especie unos años más.
La naturaleza priva de la maternidad a las madres después de los cincuenta para que concentren todas sus energías, sabiduría, que ya hemos visto que es mucha, y recursos en ayudar a sus hijas en edad reproductora a sacar adelante a sus nietos.
Además, la antropología demuestra que las abuelas son las principales transmisoras de cultura entre generaciones y que a ellas les debemos un tesoro de remedios farmacológicos, recetas, hábitos saludables y, sobre todo, amor sin condiciones para todos los hijos, nietos y, cada día más, bisnietos.
Hoy, además, se han integrado con honores en la sociedad del conocimiento y confieso con vergüenza que muchas, como las que envían esos mensajes reivindicativos, están más activas en las redes que uno mismo, que de lo que vive es de comunicar.
¡Gracias abuelas cuánticas!
Periodista. Lluís Amiguet es autor y cocreador de ‘La Contra’ de ‘La Vanguardia’ desde que se creó en enero de 1998. Comenzó a ejercer como periodista en el ‘Diari’ y en Ser Tarragona.