Un total de 5.754.840 catalanes, 603.684 de ellos en la demarcación de Tarragona, tienen hoy una cita con las urnas para elegir el próximo gobierno de la Generalitat. Las previsiones y las encuestas vaticinan unos resultados ajustados que obligarán a negociaciones más o menos complicadas, bien entre partidos independentistas, bien entre formaciones de izquierdas, bien incluso con un gobierno más abierto, si los vetos cruzados lo permiten.
No será fácil. Y es que muy lejos quedan ya aquellas legislaturas donde la estabilidad era la norma y que llegaran a término era parte de la normalidad. Aquella Catalunya de las mayorías absolutas de Jordi Pujol, hito que CiU consiguió en los comicios de los años 1984, 1988 y 1992, parece hoy una historia lejana. En efecto, será realmente complicado que un gobernante alcance o supere ese récord que ostenta Pujol de mantenerse al frente de la Generalitat durante 23 años consecutivos. Su primera legislatura fue en 1980, cuando Convergència obtuvo la victoria con 43 escaños, teniendo como rival más cercano al PSC, con diez parlamentarios menos. Lejos quedaban los 14 parlamentarios logrados por ERC y los 11 del PP. Pujol gobernó en aquella etapa en minoría.
Lo debió hacer bien, pues la ciudadanía le otorgó tres mayorías absolutas consecutivas. Sus mejores resultados llegaron en 1984, con 72 escaños, 31 más que los socialistas, en unas elecciones en las que tanto el PP como Esquerra cayeron estrepitosamente: los populares pasaron de 11 parlamentarios a 3, y los republicanos perdieron nueve escaños, pasando de 14 a cinco.
El escenario se repitió en las dos citas siguientes, en 1988 y 1992, si bien en este último año irrumpió con fuerza el PP, que ganó diez parlamentarios respecto a los anteriores comicios para auparse hasta los 17.
El fin de las mayorías absolutas
Y allí se acabaron las mayorías absolutas en la historia de las elecciones autonómicas catalanas, que no los triunfos de Jordi Pujol, que gobernó en minoría hasta 2003. Fue la época del Pacto del Majestic, firmado en 1996 entre el PP y CiU, según el cual Pujol daba apoyo a la investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno español a cambio de más competencias a Catalunya y del apoyo del PP a CiU. Aunque le permitió gobernar, aquel pacto marcó un cambio de tendencia que fue reduciendo paulatinamente los apoyos ciudadanos de CiU hasta que tocó fondo en el año 2003, coincidiendo con el paso atrás dado por Jordi Pujol, que colocó como candidato a su delfín Artur Mas, que se quedó con apenas 46 escaños, solo cuatro más que los socialistas, si bien estos, consiguieron más votos.
El tripartito de izquierdas
Los 23 parlamentarios de Esquerra fueron determinantes, al dar su apoyo al PSC para formar un govern tripartito, con ambas formaciones más la incorporación de Iniciativa per Catalunya, que ocupaban el espacio que hoy ostentan los Comunes, llevando a la presidencia de la Generalitat por primera vez a un socialista, Pasqual Maragall. Fue la época en que Tarragona tuvo una presencia más destacada en el Govern, con Josep-Lluís Carod-Rovira como vicepresidente y el reusense Ernest Benach en la presidencia del Parlament.
El tripartito de izquierdas se repitió cuatro años más tarde, en esa ocasión con José Montilla al frente. Fue la suya, en 2006, la última legislatura que ha llegado a término, pues luego llegó un periodo de gran inestabilidad.
La crisis y el procés
El estallido de la burbuja inmobiliaria y la posterior crisis económica de 2008 produjo un serio desgaste en las formaciones que integraban el ejecutivo, que se desplomaron en las elecciones de 2010, en las que se impuso la CiU de Artur Mas con 62 escaños. Fue el gobierno de los grandes recortes y, sin apoyos, la legislatura apenas duró dos años.
En 2012 volvió a ganar Convergència, que gobernó con una minoría que tampoco le permitió acabar la legislatura, ya en un ambiente marcado por la cuestión identitaria, que acabaría cobrando cada vez un mayor peso en la política catalana.
Tanto, que en los comicios de 2015 CiU y ERC presentaron una candidatura conjunta que se hizo con la victoria, si bien el apoyo de la CUP, necesario, exigía sacrificar a Mas, que puso en la presidencia a Carles Puigdemont, alcalde de Girona. La deriva secesionista condujo a los sucesos de 2017, el referéndum del 1 de octubre y la declaración de independencia, que llevaron a Rajoy a intervenir la autonomía con la aplicación del artículo 155 de la Constitución.
Ya en plena vorágine independentista, las elecciones de 2017 colocaron al frente de la Generalitat al independentista de Junts Quim Torra, cesado e inhabilitado luego por el Tribunal Supremo por desobediencia.
Y en los últimos comicios, los de 2021, se produjo el sorpasso de ERC a Junts, lo que sentó al republicano Pere Aragonès en el sillón de president de un nuevo gobierno soberanista. Pero el entendimiento entre ambos partidos se rompió a mitad de legislatura y ERC se quedó solo con sus 33 diputados, insuficientes para aprobar los presupuestos, lo que nos ha llevado al día de hoy.
Catalunya ha pasado así, en apenas 15 años, de los gobiernos estables a ser incapaz de agotar una legislatura.