«Una valiosa herencia cultural que representa mucho más que una simple pauta nutricional, rica y saludable. Es un estilo de vida equilibrado que recoge recetas, formas de cocinar, celebraciones, costumbres, productos típicos y actividades humanas diversas». Así define la dieta mediterránea la fundación homónima, que defiende uno de nuestros mayores legados (dietamediterranea.com).
En términos de alimentación, esta definición se basa en los ingredientes propios y autóctonos de la agricultura local de los países con clima mediterráneo, fundamentalmente España e Italia. Un resumen rápido indicaría que hay que reducir el consumo de carnes e hidratos de carbono en beneficio de más alimentos vegetales y grasas monoinsaturadas.
Los habitantes de los países de la región mediterránea han comido de esta manera durante siglos y ello ha repercutido históricamente en factores como la salud, en las costumbres, incluso en la forma de relacionarnos entre nosotros y con el plato que tenemos delante de la mesa.
Basada en una alta ingesta de frutas, verduras, hortalizas, frutos secos, pescado y carne roja de forma moderada, no puede existir una dieta más saludable, además de placentera por lo variada que resulta.
Fuente de salud
Aunque cada zona tiene sus propias características, uno de los componentes básico y común en todas las regiones del Mediterráneo es el aceite de oliva. Utilizado para la elaboración y aderezo de las comidas, por su composición resulta mucho más saludable que los otros aceites vegetales y, sobre todo, que los aceites de origen animal que se utilizan en otros países de Europa.
Otros componentes que también configuran el modelo de dieta mediterránea es la ingesta elevada de frutas, verduras, legumbres y cereales. Además del pescado, fuente de Omega 3, muy beneficioso para el organismo, ya que ayuda a mantener a raya diversas enfermedades crónicas.
El secreto de la dieta mediterránea es un elevado consumo de verdura, cereales y frutaPor contra, la dieta mediterránea restringe el consumo de carne y sus derivados, lo que ayuda a que la ingesta de ácidos grasos saturados se mantenga a la baja.
Otro rasgo característico de la dieta mediterránea es el consumo moderado de huevos, lácteos y de vino. Este último se limita particularmente durante las comidas y, como decíamos, de forma ocasional.
Por todo ello, la correcta ingesta diaria para cumplir con la dieta mediterránea sería un 50% de carbohidratos (legumbres, pasta, pan, arroz,...), frutas y verduras; un 35% de grasas o lípidos (frutos secos, aceite de oliva,...) y un 15% de proteínas (huevos, leche, carne y pescado).
Visto lo visto y complementándonos con importantes estudios científicos y observando nuestra historia, no existe otra dieta más beneficiosa para nuestro organismo y para nuestra salud. Además resultar ser una dieta que ayuda a reducir el impacto medioambiental al consumir alimentos de proximidad.