Antonio Argandoña, profesor emérito de Economía y de Ética de la Empresa en la escuela de negocios IESE, asegura que «le hacemos más caso a los catastrofistas que a los optimistas, cosa que a mí no me acaba de gustar». Este economista estuvo en la Cambra de Comerç de Tarragona para tomar parte en una nueva edición del ciclo de jornadas ‘Bon dia Tarragona’, donde pronunció una ponencia titulada Retos y oportunidades económicas 2022-23.
La incertidumbre es la premisa hoy en cualquier análisis de la realidad económica que busque proyectarse hacia el futuro. Una incertidumbre que se traduce en indicadores de confianza y consumo a la baja. Y, con ellos, un efecto arrastre en la inversión privada.
Argandoña describe un escenario de «consumo a la baja, inflación, y crecimiento de los salarios inferior al crecimiento de los precios», lo cual conduce a que «se tema un aumento de la carga financiera de las familias».
Una carga financiera, en muchos casos, con préstamos hipotecarios referenciados a un euribor que, tras las últimas subidas de tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE), no ha dejado de escalar, y que el pasado mes de octubre se situó en un 2,629% a un año.
Frente a esta realidad se contrapone una tasa de ahorro de las familias «que subió mucho en pandemia, y que se ha ido manteniendo pese a su rebaja», destaca Antonio Argandoña. «Ese ahorro -prosigue- supone un colchón de seguridad para las familias, con un rinconcito de dinero guardado». Un ‘rinconcito’ que, sin embargo, puede estar cercano a desaparecer (si no lo ha hecho ya), a costa de la inflación desbocada.
En cualquier caso, y a diferencia de lo que sucedió con la anterior crisis, especialmente a partir del año 2010, «no hay una gran morosidad ni temor a que las familias no puedan pagar las hipotecas». Además, «los presupuestos públicos de 2023 están teniendo un incremento del gasto social, beneficiado por el aumento de ingresos por la inflación, como es el caso del IVA», añade Argandoña.
Directamente vinculado a este incremento del gasto social se encuentra la deuda pública, que «en la crisis de 2010 estuvo muy castigada por los mercados, que temían que España abandonase el euro o no pudiese refinanciar sus deudas. Y si los tipos de interés suben, los mercados se resisten a invertir en deuda española». Ahora, «la duda es si en el año 2023 se volverá a exigir una etapa de austeridad a la economía española».
«Se estima -prosigue Antonio Argandoña- que el nivel de déficit público va a seguir siendo alto en España, con lo cual hay peligro de que esto signifique alguna dificultad para la renovación de la deuda y una especulación contra la deuda española, que sería un poco repetir lo que vimos en el año 2010, cuando el señor Mario Draghi (entonces presidente del BCE) tuvo que intervenir con aquella célebre frase de ‘haremos lo que haga falta para salvar al euro y, créanme, será suficiente’».
«En aquel momento -añade Argandoña- le hicimos caso, aquello tuvo eficacia. Pero, en estos momentos, la situación no es, ni mucho menos, tan grave; aunque también tiene alguna importancia».
Y llegamos a la cuestión de la inflación: «No existe la inflación de costes», asegura Antonio Argandoña, que explica que «la verdadera inflación se produce cuando el poder adquisitivo de las familias y las empresas sube, gastan más y, a continuación, los precios suben y siguen gastando más, porque siguen teniendo aumentos de sus ingresos».
«Lo que tenemos ahora -prosigue- nos preocupa porque, si los ingresos de las familias no suben, en algún momento tendrán que reducir sus gastos. Pero si los salarios crecen como la inflación o más deprisa, entraremos en una espiral como la de los años setenta, con tasas de inflación del 15%».
Así que «alguien tiene que pagar esto», concluye Argandoña. «O lo pagan las empresas porque moderan los márgenes y no suben los precios, o lo pagan las familias porque no suben los salarios». Aunque hay otra opción: «Como está haciendo el Gobierno de alguna manera, financiar a las familias que más lo necesitan para que no sufran el retroceso en sus ingresos».