Me dice una persona joven pero sabia que la gente anda muy angustiada con el cambio. En las empresas, desde luego, pero fuera de ellas también. Es un tema que preocupa, sobre el que se escriben cientos de artículos y de libros y sobre el que se imparten, también, muchas charlas, seminarios y cursos.
Sabemos que el cambio preocupa a los humanos desde tiempos inmemoriales: autores clásicos como Heráclito y Parménides ya trataron el asunto. Ha sido un tema transversal y constante en la historia del pensamiento. Porque vida y cambio son dos fenómenos que transcurren en paralelo. No es posible vivir de forma estática. Si no nos movemos, algo se moverá a nuestro alrededor que nos obligará también a hacer algo.
Sucede que en los tiempos actuales, el cambio, como concepto, se ha quedado pequeño. Muchos autores dicen que deberíamos hablar de aceleración más que de simple cambio. Y tienen razón. En la Edad Media, por ejemplo, por muchos cambios que hubiera, no se podían comparar con los que nos toca vivir en este siglo que acabamos de empezar. El cambio forma parte de nuestra vida, lo asumimos pero al mismo tiempo nos perturba.
Asumir el cambio desde la precipitación y el nerviosismo nos puede llevar al colapso absolutoMás allá del cambio climático, un auténtico tsunami que está modificando nuestra percepción del mundo, debemos afrontar, día a día, novedades y alteraciones de gran calibre: robots que, poco a poco, irán sustituyéndonos. Innovaciones biotecnológicas que aumentarán nuestra esperanza de vida y nos convertirán en seres casi inmortales. Inteligencia artificial que nos está permitiendo hacer cosas nunca soñadas. Y un larguísimo etcétera. Algunos de esos cambios son positivos pero, como siempre, surgen también amenazas.
Algunas ideas para afrontar el cambio. En primer lugar, hagámoslo desde la calma. Asumir el cambio desde la precipitación y el nerviosismo nos puede llevar al colapso absoluto. Respiremos, meditemos, paseemos por el bosque y pensemos de qué manera podemos ir adaptándonos a las cosas que pasan a nuestro alrededor.
En segundo lugar, entendamos de una vez que para cambiar y adaptarnos a lo nuevo tenemos que equivocarnos. Hay que ensayar cosas, probar novedades, ver si funcionan y rectificar sobre la marcha. Hay que hablar mucho con la gente, preguntar opiniones, prototipar y testear.
Y, ‘last but not least’, hay que tener siempre una visión positiva y constructiva sobre el cambio. Nunca catastrofista. Seguramente, cuando se inventó el teléfono, mucha gente pensó que aquello era el final de la humanidad. Que se acababa el hablar cara a cara, con sinceridad. Pues no fue así.
El teléfono nos permite vivir más cómodamente y comunicarlos a distancia sin problemas. Lo mismo irá sucediendo con la oleada de innovaciones tecnológicas que está por caer. Una sugerencia final: es bueno que utilicemos la tecnología para liberarnos, no para sojuzgar, controlar y hacer la vida imposible a los demás. Sería fantástico que nuestros dirigentes se dieran cuenta de este pequeño detalle.
Franc Ponti es profesor de Innovación en EADA Business School