Alejar el concepto de «cultura» de las zonas rurales es uno de los errores más graves que puede cometer el sector, así como los interesados en aprender sobre las diferentes visiones de aquello que les rodea. Y es que, la mayoría de potenciales espectadores, cuándo piensan en darse un atracón cultural, los primeros destinos que les vienen en mente son las grandes ciudades, dónde disfrutar de teatros y grandes museos con exposiciones de renombre, y se equivocan al no pensar en todos los secretos a voces que guardan nuestras las zonas rurales.
Pero la cultura, además de encontrarse en los museos y centros de interpretación, que en las Terres de l’Ebre hay, entre otros, de temáticas tan diversas como la historia de nuestros ancestros con el Ebro, el Mar o muestras de objetos etnológicos, está también en todos los rincones que una pueda imaginar. Solo hay que fijarse y prepararse para escuchar.
Para que tengáis una pequeña guía de hacia dónde ir o qué mirar, empezamos con algunos ejemplos. Las construcciones de piedra seca forman una pieza clave del paisaje cotidiano de las Terres de l’Ebre, encontrándose en la mayoría de campos y montañas. El arte de la piedra seca ha fue declarado en 2018 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, un reconocimiento que sirvió para poner en valor esta técnica constructiva. A pesar de que hay construcciones de este tipo en todo el territorio, destacan municipios como la Torre de l’Espanyol, Riba-roja, la Fatarella, Tivenys, Freginals y Ulldecona, además de Els Ports, donde se mantienen los pozos de hielo o hornos calcáreos.
Otras construcciones que saltan a la vista son las bodegas modernistas de la Terra Alta, con la Catedral del vi de Pinell de Brai o el Celler Cooperatiu de Gandesa como algunas de las joyas más queridas por sus habitantes.
Un poco más escondidos se encuentran los restos de la Batalla del Ebro, así que mejor seguir las indicaciones de un guía que revele los espacios históricos y centros de interpretación sobre esta parte de nuestro pasado.