El fútbol está siendo muy cruel con el Nàstic en este tramo de la temporada. En el Stadium Gal hizo todo para ganar, menos sentenciar. Con el 0-1 le podría haber bastado, pero en la agonía se encontró con un tanto del Real Irún que rompió ilusiones. Era el fin a seis jornadas sin ganar. Ya son siete y lo que más enfurece es que son demasiadas si se tiene en cuenta cómo juega el equipo.
No quiso rendir homenaje Dani Vidal a Pedro Sánchez, reelegido presidente del Gobierno, aunque pudiera parecerlo. Simplemente, apostó por el talento en su máxima plenitud. Andy Escudero, David Concha y Jaume Jardí son tres de las mejores zurdas de la categoría. De hecho, si no están en cotas mayores no es por talento, es por regularidad. A los tres los colocó por detrás de Pablo Fernández armando un once repleto de intenciones en el Stadium Gal. De las crisis se sale yendo a ganar, no evitando perder.
El Nàstic compareció con la identidad con bandera frente al Real Unión. Con las brasas en los pies, decidió taconear. Probablemente completó una de las mejores al campo en lo que va de curso y mira que el listón está alto. El conjunto grana inclinó rápidamente el campo a la portería rival. Lo hizo con un juego tranquilo y que aceleraba cuando llegaba a tres cuartos de campo. Escudero era el enganche que todo lo unía y Concha y Jardí daban amplitud por bandas con Alex Tirlea y Joan Oriol volando por detrás suyo. Fue una exhibición que casi tiene premio tempranero, pero el disparo de Andy Escudero se estrelló en el larguero. Fue el primer aviso. Y el último.
En el minuto 19 llegó el premio que tanto había buscado el Nàstic en las últimas semanas. En Sestao no llegó el gol, en Irún sí. Todo nació en una jugada de control y aceleración en campo contrario que terminó con la pelota en los pies de Jardí. El reusense metió un centro tenso al corazón del área. Allí apareció Pablo Fernández como un tren. Imparable. Ganó el duelo y conectó un cabezazo repleto de fe. El remate fue sencillamente perfecto y batió a Ion. El asturiano desbloqueó la portería del meta vasco con un apellido más díficil de recordar que la contraseña del Wifi.
Aquel gol incendió el encuentro que se llenó de alternativas. El Real Unión activó el modo rebelión, mientras que el Nàstic siguió buscando el segundo. Lo tuvieron los granas hasta en dos ocasiones clarísimas. La primera fue en un córner cerrado de Borja cumplida la media hora que se envenenó tanto que pudo pasar incluso la línea de gol. En la grada hubo dudas, el colegiado no tuvo ninguna. La segunda gran ocasión tuvo como protagonista a Pablo Fernández que casi marca un gol de potrero. Fue una jugada mágica en la que sorteó al defensa rival con un juego de pies impropio de su envergadura. Cruzó el cuero al palo largo, pero se marchó rozando la portería.
El Unión también tuvo las suyas, pero la que más miedo metió en el cuerpo fue la de Oyarzun en el 45’. Justo antes del descanso se sacó un zurdazo en forma de daga que casi clava, pero encontró a Varo con el escudo. Repelió y mantuvo al Nàstic por delante en el marcador al descanso.
La salida en la segunda mitad casi tiene de nuevo premio. Otra vez salió el Nàstic en tromba y Marc Montalvo rozó el gol. Fue tras una transición perfectamente comandada por Concha que terminó con el cántabro en la línea de fondo y cediendo el cuero atrás para el de Riudoms que llegó en plena oleada. Remató con potencia, pero le faltó control y su disparo se marchó rozando el larguero.
El Nàstic siguió rubricando transiciones a partir de aquel momento. El Real Unión se destapó y el conjunto grana sabía que la sentencia estaba en esa tesitura. Pablo Fernández casi conecta un remate y Escudero estrelló el cuero en el lado externo de la red. Dos ocasiones más para la cuenta.
Dentro del delirio también hay que tener cordura. Dani Vidal la tuvo y en plena tromba decidió introducir a Óscar Sanz y Pol Domingo en el verde por Alex Tirlea y Marc Montalvo. Añadió dos piezas defensivas de mayor valor porque el tesoro que había entre manos era demasiado grande.
Con el paso de los minutos, el Unión ganó peso en el partido y al Nàstic le entró el miedo a no ganar. Era lo normal porque una racha mala siempre termina pesando cuando se ve su final tan cerca. El conjunto grana replegó líneas, abandonó la presión y se arropó en una defensa de cinco en la que Recio entró para formar zaga con Dufur y Trigueros. Sufrir menos en el juego directo era el objetivo.
El partido entraba en su agonía y en el alambre el fútbol volvió a ser cruel con el Nàstic. Trigueros no despejó un cuero que terminó propiciando un ataque del Unión al que en aquella jugada le salió todo. Un centro tenso y raso que tras despejar Domingo tocó en Escobar y superó a Varo. El desenlace más doloros para un Nàstic que no sentenció y lo pagó muy caro.