Cuando uno se posa sobre su espalda el dorsal número 10 lo hace consciente de lo que eso implica. Al igual que cuando lo hace el ‘9’ se le exigen goles, cuando lo hace le ‘10’ se le exige ser un futbolista diferencial. Un jugador con capacidad de reventar partidos en cualquier momento y sin previo aviso.
Jaume Jardí llegó esta pretemporada con una idea fija en su mente. La salida de Andy Escudero dejó libre el mítico dorsal y el reusense alzó la mano. Lo quería. Una manera de expresar que en Tarragona se ha reencontrado con ese protagonismo que durante unos cuantos años tanto echó de menos.
Ni Real Madrid Castilla ni Ferrol fueron clubes que le dieron el espacio que él necesitaba. No hay que olvidar que Jardí fue causante de muchas noticias cuando decidió abandonar el Juvenil A del FC Barcelona del que era una de sus grandes estrellas para marcharse a la cantera del eterno rival, el Real Madrid.
Dani Vidal es un entrenador que ha entendido con naturalidad que Jardí es un futbolista al que hay que darle libertad porque al talento nunca hay que ponerle grilletes. La pasada temporada lo probó en varias posiciones.
Jugó por la izquierda, por la derecha e incluso en la doble punta de lanza como delantero. Jardí dio rendimiento en todas las posiciones, pero sobre todo encontró su espacio en el costado derecho. ¿La razón? Allí recibe en posiciones en las que amenazar con su disparo se vuelve más sencillo.
Jardí se ganó un hueco privilegiado en la rotación del técnico tarraconense. Interpretó durante casi todo el año el rol de titular y finalizó la temporada con unas cifras despampanantes que le consagraron como uno de los mejores jugadores sub-23 de la categoría. Siete goles y cinco asistencias alimentaron un botín individual de altos vuelos.
Con ese temporadón reciente en sus botas, Jardí llegó a la pretemporada, sabiendo que ya no tenía nada que demostrar en Tarragona. Un año pletórico le había servido para presentarse de nuevos a los entrenamientos con la herida de Málaga todavía abierta, pero con el sentimiento de venganza a flor de piel.
El reusense se pidió el 10 y durante los partidos del verano lo luce con orgullo y determinación. Debutó en el estío de la mejor manera posible, clavando un golazo de falta directa al Sabadell en la Nova Creu Alta. Fue toda una declaración de intenciones. Ha vuelto cómo se fue, por si quedaban dudas.
Dani Vidal le está dando los minutos convenientes para que Jardí llegue a la primera jornada frente al Ourense como un auténtico tiro. Frente al Castellón fue titular el pasado sábado, mientras que contra el Zaragoza entró en la segunda mitad en la que le dio un ritmo diferente al Nàstic en ataque.
Los planes del técnico grana con Jardí no han cambiado, aunque sí que se intuye que busca añadir un registro más en la colección de repertorios del reusense. Sigue jugando en la derecha, aunque también ha tenido minutos en la doble punta de lanza, aunque está teniendo mayor tendencia a caer por dentro. ¿El motivo? Se quiere una versión más participativa del ‘10’ grana. No solo debe ser una amenaza con sus centros y disparos, también debe ser un jugador que filtre balones a la espalda del rival. Cuenta con la visión y la precisión para ello como ha dejado claro en varias acciones en lo que va de verano. Jardí lleva el 10’ y durante muchas fases del partido está ocupando las zonas que habitualmente ocupa el jugador que se desenvuelve en esa posición.
Tradicionalmente ha sido el mediapunta. El reusense apunta a ser un extremo a pierna cambiada que pise la zona del enganche durante muchas jugadas. Tiene total libertad de movimientos en ataque. Se lo ganó el año pasado, al igual que lucir un ‘10’ que está en buenas manos.