A Manu García le sobran partidos en su cartilla. Es un veterano de la portería al que ya nada le sorprende. Las ha visto venir de todos los colores y por eso no se le sorprende fácilmente.
El verano pasado aterrizó en Tarragona con la premisa de volver a marcar diferencias en una nueva Primera RFEF que sustituía a la extinta Segunda División B. El Nàstic le convenció para abandonar un fútbol profesional en el que ya llevaba demasiados meses sufriendo y no disfrutando. De nada sirve estar en Segunda División si no se tienen minutos ni la confianza del entrenador.
Por ello, el meta de Pedraza ya había buscado aterrizar en el Nou Estadi en el anterior mercado de invierno, pero la operación fue inviable porque la Ponferradina se negó a ello. En verano, ya con la libertad bajo el brazo, los caminos se terminaron uniendo.
Manu García siempre ha destacado por ser una persona muy exigente. Lo es consigo mismo y también con sus compañeros tanto de portería como de campo. Si toca regalar elogios lo hace, pero cuando hay que dar la cara para abroncar él está preparado para ello. No le tiembla el pulso y por eso la suya es considerada una de las voces autorizadas del vestuario tarraconense.
Su mentalidad tan competitiva encandiló de primeras a Manuel Oliva, el entrenador de porteros del Nàstic. Lo suyo fue una conexión instantánea. De esas que no se fuerzan, surgen sin más. Ambos vieron en el otro todo lo que uno quiere ver con la persona con la que al fin y al cabo va a compartir más horas de entrenamiento. Manuel Oliva es un entrenador de porteros que cuenta con una gran reputación nacional. Por sus manos han pasado guardametas de la talla de Manolo Reina, Tomeu Nadal, Bernabé Barragán y Stole Dimitrievski, todos ellos en el fútbol profesional. Preguntarle a cualquiera de ellos sobre su figura es recibir de manera inmediata una oleada de elogios. Es duro, exigente al límite y no tiene compasión en los entrenamientos, pero las mejoras que proporciona bajo palos son tangibles. Todo portero que pasa bajo su tutela termina disparando su nivel. Uno puede ser casualidad, cuando la lista ya es tan larga, no admite dudas.
Manu García no es excepción y si ya llegó siendo un portero diferencial, su rendimiento ha ido subiendo peldaños con el paso de los meses. Es el premio al trabajo y la constancia. La suya y la de Manuel Oliva. Ambos vislumbran cada entrenamiento como una oportunidad para seguir creciendo.
La temporada pasada fue creciente para un guardameta que terminaría siendo decisivo. Memorable fue su partido en Balaídos ante el Racing Ferrol que metió al Nàstic en la final del play off. El ascenso no se consiguió, pero la temporada de Manu García fue sencillamente brutal.
El meta sevillano recibió este pasado lunes el prestigioso premio Golsmedia que le convertía en el mejor portero del grupo II de la Primera RFEF en la temporada 2021/2022. Una distinción individual que premiaba su gran curso.
El portero de Pedraza tenía palabras para el cuerpo técnico y su plantilla en redes sociales, pero a su entrenador de porteros le citaba de manera explícita. «Señor Manuel Oliva», le llamaba. No eran palabras vacías porque el sevillano es consciente de que parte de ese premio también es de un técnico que siempre le ha arropado y le ha concedido ese contexto de arropo y exigencia ideal para el crecimiento.
En cierta manera, Manu García sigue en Tarragona por la figura de Manuel Oliva entre otros aspectos. Un proyecto campeón y una oferta económica a la altura de su cartel fueron los otros pilares para que a día de hoy siga marcando diferencias en el Nou Estadi.
El premio recibido el pasado lunes en Las Rozas es solo la constatación de que el Nàstic tiene entre sus filas a uno de los mejores porteros de la categoría, pero también a uno de los mejores entrenadores de porteros.