Sergio Bulat vivió el partido de la fase de grupos entre Croacia y Argentina atabiado con la camiseta albiceleste, pero con su pasaporte croata en el bolsillo. «La ilusión duró poco con Argentina. Ya sabíamos que con este entrenador no íbamos a llegar lejos», admite. Con España ‘ko’ también de forma prematura, los ajedrezados les han dado a su familia una segunda oportunidad para vibrar con el Mundial de Rusia.
El padre de Sergio, Gajo Bulat, era natural de Sinj, a unos 40 kilómetros de Split. En los años 60 emigró a Argentina huyendo de la extinta Yugoslavia, como ya habían hecho antes sus padres y su hermana. En Buenos Aires, donde se mantiene una importante comunidad croata, conoció a Elena, que se convirtió en su mujer durante 55 años.
Ahora Elena se encuentra de visita con la familia en Salou. Junto a su hijo Sergio, sus nietos, Jan y Alen, y su nuera, Andrea, se encarga de que las raíces croatas se mantengan bien vivas. La final del Mundial es la ocasión perfecta para reunirse y lucir colores.
Otro compatriota argentino, el árbitro Néstor Pitana, les empieza a amargar el partido con el VAR. Pita penalti a Perisic. «¡Conchudo!», le gritan a la pantalla. Les va a tocar volver a ver perder a su selección. Esta vez no podrán brindar con marrasquino, su licor croata preferido. Aun así, Modric, Rakitic y compañía les auguran nuevas alegrías a la familia Bulat.