Pilar Adón: «En un giro perverso hemos pasado nosotras mismas a seguir exigiéndonos ser las mejores»

Las protagonistas de ‘Las iras’ humillan, hieren y matan. Luego pueden terminar con la mirada perdida y, seguramente, devoradas por sí mismas: La autora madrileña vuelve a los cuentos

16 marzo 2025 16:07 | Actualizado a 17 marzo 2025 07:00
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Pilar Adón (Madrid, 1971) ha vuelto al cuento. A las mujeres. A su encierro, voluntario o no. Las iras (Galaxia Gutenberg) es su último libro, en el que unas niñas, jóvenes, viven y hacen vivir al lector experiencias turbadoras. ¿Ángeles o monstruos? Claroscuros. Personajes que buscan paz. ¿Dónde queda la moral y la justicia en su comportamiento?

De nuevo mujeres aisladas. ¿No sería ‘Las venganzas’?

Son las venganzas, son las furias. Es la reacción ante la sensación de traición. Las iras, en femenino, me funcionaba muy bien como título porque todos los personajes son mujeres. Además, como sabes, para mí es muy importante la sonoridad de las palabras. Ante la traición, estas jóvenes, adolescentes o niñas se sienten víctimas en realidad y en algunos cuentos, de una manera peculiar, de víctimas pasan a ser monstruos. De ahí viene el título porque reaccionan de una manera poco pacífica.

Deja entrever que algo va a suceder, aunque no lo dice.

Esta es otra característica de la que ya hemos hablado en conversaciones anteriores que me interesa mucho trabajarla como escritora porque me interesa mucho experimentarla como lectora. Es decir, eso de que me dejen a mí imaginar, con lo poderosísima que es la imaginación. No hay una violencia explícita. No hay sangre, no hay palizas, no hay asesinatos explícitos. Casi siempre está insinuado todo.

Cuando yo meto a mis personajes en las casas, normalmente es para que sean libres, para que hagan lo que les dé la gana

La raíz es la punición moral a partir de terribles secretos.

Y muchas veces por su propio concepto moral. Es decir, el castigo frecuentísimamente viene por parte de ellas mismas. Estas niñas en realidad actúan como actúan porque en la primera niñez, en la primera juventud, se tiene muy elevado el concepto de la amistad. Esa primera traición, ese primer dolor, esa primera sensación de abandono de quienes tendrían que querernos, es la más dolorosa.

¿Por qué la conexión religiosa?

La literatura bíblica está llena de símbolos, de parábolas que hemos aprendido desde niños. Esto es algo que ya llevo haciendo desde hace mucho tiempo, ya lo hice en De bestias y aves y en Las efímeras. No podemos olvidar que se nos dice que nuestro Dios cristiano, sobre todo en el Antiguo Testamento, es un Dios de ira, y el libro se titula Las Iras. Y hay uno de los cuentos que transforma a Caín y a Abel.

Hay maldad en estas protagonistas. ¿Crueldad?

No les veo maldad. Maldad y crueldad van de la mano. La crueldad implica, desde mi punto de vista, hacer las cosas buscando el mal de los demás, regocijándote. Y en ellas hay una dualidad. Es verdad que no podemos justificar absolutamente todos los comportamientos porque es absurdo, pero ellas tienen el tormento previo, el tormento durante y el posterior de su propio castigo, mental y moral. Los personajes no son ni blanco ni negro. Hay una gama de grises interna que es donde el lector se tiene que ir posicionando.

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Como el último cuento.

La sociedad la ha apartado hasta el punto de encerrarla en una isla donde está absolutamente sola y de nuevo hay una dualidad. Es una isla obviamente rodeada de mar, de pájaros... Es un lugar del que no puede salir, pero no hay unas paredes. La naturaleza aporta cierta luminosidad, pero ella está apartada. Termina con un castigo, además del social, propio, privativo, porque ella se atormenta mentalmente.

Ante la traición, estas jóvenes se sienten víctimas y en algunos cuentos, de una manera peculiar, de víctimas pasan a ser monstruos

¿Todo viene por la presión social sobre la mujer?

Las mujeres tenemos que comportarnos de una determinada manera y aunque parezca mentira, esas presiones sociales se mantienen. Y son normas que casi siempre, históricamente, nos han venido dadas por los hombres, las mejores esposas, las mejores madres... y curiosamente, en un giro un poco perverso hemos pasado nosotras mismas a darnos esas normas y a seguir exigiéndonos ser las mejores hijas, las mejores amigas, las mejores en la cama, qué sé yo. Los hombres eso no lo han experimentado nunca. No saben lo que es tener esas pautas de conducta que nosotras hemos recibido siempre, de una manera menos sutil antes, más sutil ahora.

Siempre las encierra...

Recuerdo que leí una frase hace mucho, que me impresionó. Decía algo así como que los hombres construyen las casas para encerrar a las mujeres en ellas. Yo las encierro rodeadas de naturaleza. Pero casi siempre mi afán es el de que sean libres en ese lugar. Cuando yo meto a mis personajes en las casas, normalmente es para que sean libres, para que hagan lo que les dé la gana y que no haya mil ojos mirando. Sin necesidad de que nadie venga a decirles desde fuera cómo se tienen que comportar.

Locura, suicidios, tabús, personas que están en la línea...

El tema del suicidio seguimos sin tratarlo abiertamente, con las enfermedades mentales es complicadísimo también. Igual que todo lo demás, insinuados, se van dejando caer en los cuentos, pero de nuevo cada lector solo tiene que llevarlo a su terreno y decidir si son sueños, si lo están viviendo de verdad, si son fantasías imaginadas. Pero son temas que cuesta muchísimo tratar. Y están en los límites. Es una palabra que has utilizado, que me interesa mucho. Una de las cosas que me propuse con estos cuentos era rozar el límite y ver hasta dónde podía llegar.

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