Un asesino en serie regresa para recuperar a una de sus víctimas, la única que pudo escapar. Y la acechará colándose en las redes sociales. Sin embargo, ella ya no es la misma persona a la que torturó. Nina Guerrera es una agente del FBI que tendrá que enfrentarse al criminal y, por ende, a su tortuoso pasado. Es el thriller ‘Enigma’, un bestseller de Isabella Maldonado, publicado por Duomo Ediciones. Isabella es exagente del FBI, donde pasó más de dos décadas de su vida. Fue la primera mujer latina en alcanzar el rango de capitana dentro del departamento. ‘Enigma’ llegará a las pantallas de la mano de Netflix, un largometraje producido y protagonizado por Jennifer López, con Isabella Maldonado como productora ejecutiva.
¿En su etapa en el FBI tuvo ocasión de enfrentarse a un personaje como el de la novela o a algunos perfiles similares?
Sí que hubo un caso que inspiró Enigma. Eran dos francotiradores que iban por el área de Beltway, de Washington DC, matando aleatoriamente a la gente. Y el más mayor de los dos perpetradores iba dejando mensajes cifrados y acertijos codificados en las escenas del crimen y también hablaba con los medios de comunicación a quienes enviaba información que quería que tuvieran en forma de acertijos y códigos. Aterrorizaba y provocaba a todo el mundo con estos mensajes tan bizarros y más tarde, cuando lo cogimos, nos confesó que le fascinaban los reportajes de los medios de comunicación. Quería comprobar si la policía podía descifrar sus códigos.
Lo trasladó, en parte, a su ‘Enigma’.
Pensé que si algo así pasara hoy en día, ¿cómo ocurriría? Pues con las redes sociales. Así interactuaría. Alguien como él tenía el deseo de infringir el máximo terror, era parte de su psicopatía. En el caso del Beltway ya era lo suficientemente grave porque teníamos a todo Washington involucrado. Yo lo lleve al siguiente nivel, un personaje similar que quisiera involucrar a la nación entera.
¿Las redes sociales juegan a favor o en contra de la policía?
De ambas formas, por un lado ayudan y, por otro, son muy dañinas. Este es uno de los motivos por los que quería incluir en la historia a personas que, si bien con buena intención, acababan interfiriendo en la investigación porque intentaban ayudar sin conseguirlo, quizás topaban con pistas o simplemente querían sus 15 segundos de fama o likes en las redes. Eso es algo que ha ocurrido. Pero a veces las redes ayudan porque ha habido casos en los que algunos criminales han publicado contenidos de sí mismos cometiendo crímenes. En ese momento no están pensando con claridad y no entienden que están publicando una confesión.
¿Tuvo alguna experiencia en ese sentido?
En mi caso, también negociaba con rehenes. Pues bien, en una ocasión los secuestradores, en lugar de dejarnos hablar exclusivamente con ellos consiguieron que otras personas les enviaran información. Incluso les explicaban que teníamos miembros del equipo de SWAT (Armas y Tácticas Especiales) que estaban de camino o que estaban rodeados, sin escapatoria y era algo que dificultaba muchísimo la negociación. La única manera de frenar ese tipo de situaciones es a partir de nuestra habilidad, en este caso la mía, para comunicarme.
El dúo policial que presenta en la novela está muy torturado, sobre todo Wade. ¿Es habitual que los agentes vayan arrastrando casos sin resolver y se vayan hundiendo con el tiempo?
Sí, totalmente. De hecho, Wade representa a unos cuantos agentes a los que conocí. Cuando trabajaba en Quantico colaboré con la UAC, la unidad de Análisis de conducta, la misma en la que trabaja Wade en Enigma. Hablando con los agentes, fijándonos en cientos, miles de casos de asesinos, de muertes y revisando toda esa información una y otra vez, concluí que lo que les acababa torturando en muchos sentidos es que para poder entender el crimen y poder solucionarlo tenían que meterse profundamente en la mente del asesino y también en la de la víctima. Era importante que hicieran las dos cosas de manera exhaustiva porque la forma en la que el asesino y la víctima interactuaban podía llegar a cambiar la naturaleza de la escena del crimen y podía cambiar el comportamiento del asesino.
¿Qué quiere decir?
Es decir, a lo mejor a una víctima la mata muy rápido y a otra tarda días en matarla. Así que cuando los agentes están intentando entender el patrón se dan cuenta que la diferencia podría radicar en la manera en que actuaba la víctima. Y la única forma que tienen de entender eso es sumergiéndose en la vida y la personalidad de esa víctima porque a veces ni siquiera sabían quién era el perpetrador aún. Así es que cuando el caso sigue abierto y es traumático porque tienes que entrevistar a la familia de la víctima, a sus seres queridos, personas que están destrozadas, entras en su habitación, te fijas en sus pertenencias, ves lo que ha escrito... tienes que poder entender toda su personalidad para ver cómo podría reaccionar una vez ha sido secuestrada y eso te da cierta información. No puedes hacerlo sin conectar de forma muy personal con esa persona. Llegas a conocerla, llega a importarte, por lo que cuando ya está muerta, también te destroza esa pérdida. Fijarte en la escena del crimen desde todas esas perspectivas agota el alma, en cierto modo. Y quería representar eso en el personaje de Wade.
Habla de los más desfavorecidos, los niños. ¿Cómo funciona el sistema norteamericano? ¿Los protege?
Me encantaría decir que es muy eficiente, pero voy a ser extremadamente honesta. Tengo que decir que no siempre es eficaz. Ha habido casos y puedo hablar por mi experiencia personal, en los que llegaba a una escena en la que había un menor que sentía que estaba en una situación peligrosa porque no estaba bien cuidado. Sin embargo, cuando yo llamaba a los servicios de protección infantil, que es la asociación gubernamental que tenemos que se supone que tiene que intervenir en situaciones como esta, por desgracia no siempre actuaban con rapidez.
¿Qué ocurre en esos casos?
A menudo, los servicios están sobrepasados, tienen falta de personal y de presupuesto, con lo cual no pueden responder de manera inmediata. A veces sí que conseguíamos que alguien se desplazara, pero otras pasaban semanas hasta que alguien iba y tardaban mucho más todavía en sacar al menor de ese entorno y llevarlo a una casa de acogida en condiciones. Es muy difícil encontrar una red de personas que puedan acoger a un menor problemático. Y es muy triste. Es una de las cosas sobre las que quería escribir en el caso de Nina y, de hecho, después de ver todo lo que he visto, algunas de las organizaciones a las que siempre aporto dinero son las que se dedican a menores.
Usted es la primera mujer latina en alcanzar el rango de capitana en su departamento. ¿Se ha sentido discriminada en algún momento?
Sí, totalmente. Cuando llegué acababa de salir de la Academia de Policía. Era mi primer día en el trabajo y tenía mi uniforme nuevo con mi pistola y mi insignia. Entré en el recinto de la policía y uno de los oficiales veteranos mayores se me acercó, me miró de arriba a abajo, se cruzó de brazos y me dijo: «Las mujeres no tienen ningún lugar en las fuerzas de seguridad». Esa fue mi bienvenida. Y ahora voy a dar cámara rápida hacia adelante. Veintidós años más tarde he llegado al rango de capitana, me he convertido en la Comandante de Investigaciones Forenses y Especiales y ese mismo oficial trabajaba bajo mi mando. Él seguía siendo un oficial, yo ya era capitana. Y la gente me pregunta, ¿se la devolviste?
Se me ha adelantado a la pregunta.
La respuesta es que no. Y voy a decir porqué. Para un hombre como él, el sencillo hecho de saber que yo estaba en una oficina por encima de él ya era suficiente castigo.
En ‘Enigma’ toca también algún episodio entre policías blancos y ciudadanos negros. ¿Este racismo estructural de la policía norteamericana tiene algún tipo de solución?
Siempre es un reto, desde luego. En Estados Unidos hay mucha tensión, siempre activa. Lo que ha ocurrido en las últimas décadas, remontándonos a los años 60 y 70, es el reclutamiento activo de más fuerzas policiales diversas. Cuando entré en mi departamento, había muy pocas mujeres. Yo era una de las tres únicas mujeres latinas en todo el departamento policial. Tengo que decir que para esta entrevista he tenido la ayuda de una intérprete porque mi español no está en buena forma, pero yo hablaba con fluidez y, de hecho, era de las pocas que salían y podían hablar con personas de la comunidad latina, una comunidad donde había muchas personas de El Salvador, Guatemala, Perú, Colombia...
¿Intervenía en casos concretos?
Me llamaban especialmente cuando había mujeres que habían sido victimizadas, sobre todo asaltos sexuales porque era quizás, la única con la que podían hablar y sentirse cómodas explicándole el ataque sexual que se acaba de cometer. Sentía que era algo que podía hacer para intentar ayudar. Y fue un gran desafío porque era difícil conseguir que hubiera más diversidad en el departamento de policía. Creo que gradualmente las fuerzas del orden han visto que hay un buen motivo para tener agentes con aspecto de formar parte de esas comunidades.
Cuando habla de diversidad, ¿quiere decir que hay más agentes negros?
Sí, hay más diversidad y creo que es algo positivo, que ayuda. Pero aun así, hay mucha falta de confianza. Es decir, a veces ni siquiera importa cuál es el componente racial. En el momento en que ven a alguien, a quien sea, aparecer con el uniforme, automáticamente entran en estado de alerta máxima y da igual cuál sea la raza de la persona que lo lleva. Automáticamente sienten muchísimo miedo solo por el uniforme y eso es algo duro de superar. Se va a tardar mucho en hacerlo. Estamos muy lejos de conseguirlo, por desgracia.
Volviendo a la novela, es muy cinematográfica, como una película.
Me lo han dicho desde el principio. Todos mis libros los visualizo como una película mientras los escribo. Siempre tengo mucha acción en las historias que cuento y a menudo antes de sentarme a escribir una escena, cierro los ojos y visualizo todo, desarrollo la escena en mi imaginación. Eso también es importante para poder coreografiar todos los movimientos, particularmente cuando se trata de una persecución, una pelea o cosas así. Quiero asegurarme de que todo tiene sentido y de que nadie haga nada que el cuerpo humano no puede llegar a hacer o que rompa la ley de la física porque es importante para poder tener un cierto realismo. Pienso y escribo de manera muy visual. Y es curioso porque no veo mucha televisión ni muchas películas. Siempre estoy escribiendo, pero soy una pensadora visual.
¿También se defiende como Nina?
Tengo mi entrenamiento, por supuesto, todo el mundo en las fuerzas de seguridad tiene que pasar por él y he tenido muchas peleas físicas. Obviamente, he entrenado mucho con armas. En cuanto a Nina, deliberadamente la hice menuda. Entonces, en la escena del parque, con el atacante, ella utiliza una herramienta para poder defenderse. Físicamente, no hubiera podido rebajar a un tipo que mide dos veces más que ella. Quería mostrar eso y también, en el clímax de la historia ella tiene que utilizar su inteligencia para salir de la situación en la que se encuentra porque está en gran desventaja. Muchos lectores me han escrito para decirme lo mucho que les gusta que tenga una heroína femenina, que no solo se ríe de todo, sino que tiene que utilizar su cerebro y sus reflejos para poder seguir adelante.
¿Cómo está el tema de los opiáceos en Estados Unidos?
Se está convirtiendo en un problema gigantesco porque lo que está pasando, obviamente, es que la gente se ha hecho adicta y no puede dejar de tomarlos. Se ha alimentado un mercado de la droga que ha supuesto una tormenta para todo el país. En algunos estados, drogas como la marihuana se han legalizado y lo que creo que está ocurriendo es que a nivel federal y local, las fuerzas de seguridad han tomado la decisión de que no deberíamos pasar tanto tiempo luchando contra la marihuana, que no es quizás tan mortífera como los opioides y dedicarle más energía a estos últimos. Sin embargo, es muy difícil solucionar este problema porque algunos están manufacturados en el extranjero y luego entran en el país. Mientras, otras sustancias como el crystal meth, la metanfetamina, se elabora en laboratorios en el campo, ni siquiera hace falta importarla, es suficiente con tener acceso a los ingredientes adecuados. Entonces, solucionas un caso y vuelve a surgir por otro lado. Es infinito. En mi opinión, la solución pasa por eliminar la demanda, el tratamiento contra la adicción. Porque siempre que tengamos esta demanda, va a haber un mercado de droga ilegal y todos los crímenes que vienen con él. Hay que tratar la adicción y eliminar la demanda.
¿Por qué dejó el FBI?
Me retiré quizás un año o dos antes de la cuenta porque quería tener una familia. No tenía hijos porque no tenía tiempo. Estaba en guardia 24 horas al día todos los días del año, con lo cual no tenía tiempo para criar a un niño y no quería que nadie los criara por mí. Así que pensé que me estaba haciendo más mayor y era el momento, ahora o nunca. Y por fin encontré al tipo adecuado, para lo que tardé una vida entera. No son fáciles de encontrar. Tuve a mi pequeño que ahora tiene 13 años y cambió mi vida. Sabía que quería escribir, así que pensé que si me iba a quedar en casa con mi hijo, me tomaría el tiempo necesario para aprender a escribir los libros con los que siempre he soñado.