“No se puede forzar una historia que no quiere ser contada”, escribe Eileen Myles (Cambridge, Massachusetts, 1949) en una crónica titulada “1969”, y que forma parte de “Chelsea girls”. Este libro, publicado en 1994, es un volumen repleto de transiciones que, por una vez en un relato biográfico reciente, no dan pie a grandes cambios, sino a hallazgos personales que no mueven una hoja. Tan solo una cosa importa: “Yo siempre estoy buscando la belleza en todo”.
No podemos decir que “Chelsea girls” sea una huida hacia delante, porque tampoco hay ningún sitio concreto sobre el que Miles desee caerse muerta. ¿Tal vez en un ejemplar ajado de “Crimen y castigo”? En el texto hay viajes, cambios de opinión en relación a la sexualidad. Igualmente encontramos pequeños retazos sobre su historia familiar, así como la muerte de su padre por un problema que ella, más tarde, heredará, el alcoholismo. Pero también hay rupturas, hay una presentación de un primer libro de poemas en la que está Allen Ginsberg (‘A Fresh Young Voice From The Plains’), y todo ello tiene el mismo peso o se procura que así sea en la narración. Lo único que desestabiliza la balanza del relato es la creación poética, el espacio para poder escribir, como ella misma dice, “un poco”. Esta voluntad creativa es el único motor que actúa desde dentro en la poeta estadounidense, que lo rompe todo. Ser y sentirse poeta es una meta, un estado natural: “Sentía que estaba en constante reparación. Todo lo que hacía era para arreglar algo en mí”.
Estas últimas frases pueden dar lugar a confusión, pero nada más lejos de la realidad. La perseverancia, la cura y el desconcierto no conforman otra cosa en Myles que una enorme ofrenda al lenguaje y a lo que de él se espera: captarlo todo. “Cuando nos llega el olor de alguien, es como si oliéramos su esencia o, de alguna manera, su identidad. El cuerpo está allí para que el perfume se le pegue, pero cuando el cuerpo se ausenta, el olor es lo que queda. Me olvidé de cuál era el nombre de su perfume. Una vez se lo pregunté”.
La excitación de la palabra en su escritura es un acto reflejo, tan solo desea apresar el cuerpo y dar buena cuenta de su identidad. Los cuerpos de los demás no importan tanto. Se podría decir que esto es un acto desmesurado de conciencia sobre una misma y sobre un proyecto literario, un gesto narcisista. Pero no es del todo así: “Vas a meter la pata completamente si esperas que las personas sean coherentes. Ahí está. He logrado explicarlo”.
Chelsea Girls
Autora: Eileen Myles
Editorial: Las afueras
Precio: 22,95 €