Manolo García (Barcelona, 1955) confirmará este sábado (20 horas), en la San Miguel Tarraco Arena, que su vigencia musical sigue intacta. Ha agotado todas las entradas e interpretará los mejores himnos de su carrera en solitario.
Todo el papel vendido. ¿Qué le dice?
Es el sueño realizado por aquel chaval que, con 14 años, empezó en esto de la música. Normalmente los sueños no se cumplen, pero en este caso sí. Recuerdo que cuando dejé mi trabajo para dedicarme a la música, con El Último de la Fila, Quimi y yo comentábamos que ya nos habíamos jubilado. Nunca he considerado la música como un trabajo.
Que la gente acuda a sus conciertos en masa habla bien de las canciones. Han soportado el paso del tiempo.
Quiero pensar que es así. Las canciones son el eje central de este asunto. La música popular tiene una fuerza inmensa, creo que no podemos vivir sin música. Vivimos en un presente con tanto ruido que agrieta el alma y un concierto se convierte en una experiencia que te llevas para siempre. Yo, en la primera vez que vi a Queen, fui una persona inmensamente feliz.
La música es de las pocas cosas que quedan capaces de unir a las personas.
Nos une firmemente. El músico ejerce de alguien allegado a ti, te hace la vida mejor. Un amigo que te acompaña sin él saberlo.
En su carrera en solitario acumula más de 300 canciones para elaborar un set list. ¿Cómo lo hace?
Me estreso muchísimo. Me paso semanas para encajar todos los temas. Antes de los ensayos, la banda me insiste con el repertorio para trabajar la cuestión de los arreglos y demás y yo solo hago que quitar y poner papeles. Si realmente interpreto conciertos de más de tres horas es precisamente por este motivo. A nivel físico me exige más, pero la ilusión y la gente me ayudan mucho. Piensa que nunca he pisado un gimnasio.
En sus conciertos interactúa de forma constante con el público, de hecho se pasea con naturalidad por las gradas.
Hay una cuestión social en esto. Yo me eduqué en una familia muy humilde, soy catalán y me he empapado de esta cultura, pero también tengo un fondo de paisaje de Albacete, de allí son mis padres. En esa vida de barrio obrero hay inevitablemente un factor social que te impregna, el de vivir a pie de calle, con la gente. De hecho creo que es lo que deberían hacer los políticos para saber cómo piensan las personas, las necesidades que tienen, no ir al mercado a hacerse la foto días antes de las elecciones para quedar bien. Cuando hago eso con el público que viene a mis conciertos es como decirles; «Soy como vosotros y quiero estar con vosotros». La popularidad es relativa, efímera. De hecho toda persona importante sola no significa absolutamente nada, necesita a la gente.
Manolo García siempre ha mostrado su compromiso con los asuntos sociales. Hasta el punto que decidió posponer su concierto en Tarragona por la tragedia de la Dana en Valencia. ¿Le salió sin pensarlo?
Era de cajón. Las cifras de muertos subían sin parar y llamé a la oficina para dejar claro que no era momento de baile, era el momento de solidarizarse con las familias que estaban y están sufriendo. Retrasamos las fechas de Tarragona y Valencia de forma lógica, de una manera natural. Simplemente por una cuestión de ética.
¿Piensa que los políticos, las personas de poder, pudieron hacer algo más?
Los generales en una guerra se sientan en una mesa y reparten misiones y trabajos a sus personas de confianza. En Valencia no ocurrió, tengo amigos que me cuentan que habían pasado cuatro días de la tragedia y que allí no había aparecido nadie. Claro que se pudo hacer algo más. Nosotros, el pueblo, cumplimos con Hacienda, pagamos multas por exceso de velocidad, e impuestos por todo. Las instituciones no pueden fallar ante situaciones así, hay que exigir responsabilidades.
El pueblo salva al pueblo.
El pueblo merece un monumento, pero no debería salvar al pueblo. Hay instituciones que mantenemos con nuestro dinero y esos estamentos deberían responder como un reloj en situaciones como ésta porque el pueblo las necesita. Y por desgracia no es así. No se responde con honestidad.
Ante tanto dolor, los músicos o los artistas, generan alivio en la gente que sufre.
Pienso que un concierto es sanador, terapéutico. Las personas solemos vivir en el estrés constante, en algunos casos con más o menos dolor, y ese rato de música, de escuchar a un o una artista que te gusta, son capaces de modificar el ánimo y alertar conciencias.
La última, volver a Tarragona significa que conserva una relación extraordinaria con el público.
Hay personas de Tarragona que me las encuentro en conciertos que hago en Galicia o Andalucía, he hablado con ellos y ellas varias veces y esa relación de la que hablas también cuenta con un aliciente cultural que me apasiona. Alguna vez cojo el tren y me paso un día mirando las piedras de la Tarraco Romana sin parar. Me apasionan. También me pasa en ciudades como Girona, por ejemplo, me atrae mucho su pasado, su historia, su riqueza cultural. Y encima disfruto de un público maravilloso cada vez que las visito, así que me siento un privilegiado. Seguro que el sábado lo pasamos genial.