Una mujer y dos gatos, de Ayanta Barilli (Editorial Planeta), es la historia de una mujer que se encuentra con una pandemia personal entre un divorcio, la marcha de sus hijos y la llegada del confinamiento. Sola, con sus dos gatos, debe volver a comenzar su vida. Ayanta es escritora y periodista, que ha presentado y dirigido numerosos programas de radio y televisión relacionados con la divulgación cultural, además de escribir para diversos periódicos. Su primera novela, Un mar violeta oscuro, fue finalista del Premio Planeta.
¿Qué hay de biográfico en esta novela?
Todo. Es un libro absolutamente autobiográfico, escrito en una época que tiene como telón de fondo la pandemia, aunque no es un libro sobre la pandemia. Es la historia de una mujer, que soy yo, que vive una pandemia personal más que universal porque se acaba de divorciar, sus hijos se han ido de casa, se desata el confinamiento y, de pronto, se encuentra en esa tesitura de estar en casa, sola con dos gatos y que tiene que volver a comenzar todo. Con un paisaje que parece más un final que un principio.
¿Cómo se empieza de nuevo?
Es la historia de una resurrección. Es decir, es un libro que empieza como un viaje interior, mirando hacia el pasado para intentar entender lo que está sucediendo en el presente, para intentar conocerse a uno mismo y por lo tanto, salir de ese bache. Sin embargo, acaba siendo un viaje exterior porque me arrollan los acontecimientos. Te das cuenta de que todo es relativo, aunque ya lo sabemos, lo que ocurre es que los seres humanos lo vemos solo cuando lo vivimos en nuestra propia piel. Puedes hacer un drama de una situación personal, pero de pronto ocurre algo global y la situación personal ya no tiene ninguna importancia y es un poco lo que me ocurrió a mí.
«Es la historia de una resurrección. Es decir, es un libro que empieza como un viaje interior y acaba siendo un viaje exterior porque me arrollan los acontecimientos»La arrolló la pandemia.
Sí. Por lo tanto, no es la historia de una mujer de 50 años que tiene el síndrome del nido vacío, sino todo lo contrario, es la historia de una mujer que se pone el mundo por bandera y se encuentra en esa encrucijada, entre tener que elegir entre el camino de la razón y el del corazón y decide el del corazón y eso la mete realmente en una aventura. De hecho, considero que es una novela de aventuras, tragicómicas porque se alternan las situaciones surrealistas que hemos vivido. Por un lado, las que están directamente relacionadas con el confinamiento y la pandemia, que hay muchas. Y por otro, todas las trágicas, que también son muchas.
Habla del hombre que siempre le gustó y al que nunca hizo ni caso...
Es un hombre metafórico. En esa encrucijada echas la vista atrás y te preguntas en qué se basan las elecciones que has ido haciendo. A todos los niveles, pero también las sentimentales. Qué me hace elegir a un hombre antes que a otro o ir hacia un lado antes que hacia otro. Y quedan por el camino todas esas personas que habían podido ser y no fueron. Entonces, te das la oportunidad de que sean y en ese momento de desconfianza absoluta y de crítica hacia el amor romántico, de pronto florece algo. Que no se sabe muy bien qué es, pero es algo. Y quizás sea algo importante. Es un poco ese concepto.
¿Cuántos años tienen que pasar para que una mujer llegue a la conclusión de que está harta de servir a los demás?
He reflexionado muchísimo sobre este tema porque pertenezo a una generación híbrida, que se ha quedado un poco descolgada. Si bien he recibido una educación absolutamente liberal, tengo que reconocer que ahora que tengo un buen trecho vivido, me doy cuenta de hasta qué punto yo misma he asumido una serie de roles femeninos que me han hecho ocuparme de toda la intendencia doméstica, familiar, etc., y al mismo tiempo, que es la paradoja de esta generación, trabajar como una bestia. Y yo misma lo he favorecido. Es decir, he estado acompañada de hombres estupendos, pero yo también he favorecido ese tipo de modelo.
Hasta ahora...
Ahora que ya tengo hijos mayores y que no tengo un entramado familiar cotidiano, me doy cuenta de que hay una responsabilidad ajena a mí y también mía. Me resulta curioso pensarlo, entenderlo y, por otro lado, también me parece una pérdida de tiempo tremenda porque podría haber escrito varios libros más probablemente. Al mismo tiempo, ahora la situación en la que estoy es una liberación hasta el punto de que si pienso en nietos, por ejemplo, sé que yo no los cuidaré. No voy a empezar de nuevo. Ahora el tiempo es mío.
«Si bien he recibido una educación absolutamente liberal, tengo que reconocer que yo misma he asumido una serie de roles femeninos que me han hecho ocuparme de toda la intendencia doméstica»Tiene que llegar un confinamiento para que una mujer no corra peligro sola por la calle de madrugada...
Es una situación que conocemos en nuestra sociedad. Es muy común y forma parte del hecho de ser mujer. Desde luego, la inseguridad física acompaña a una mujer desde que nace hasta que muere, por su falta de fuerza física, en comparación con un hombre. Por lo que durante el confinamiento, el hecho de pensar que hasta los cacos y los violadores estaban encerrados en casa me pareció sensacional porque podía volver de la radio a las tres de la mañana sin tener ningún miedo, a pesar de esa sensación tan inquietante de la ciudad desierta, ya que yo seguí trabajando de un modo presencial.
En plena pandemia, visibiliza la necesidad de verse y abrazarse.
Estoy en contra de todo este neolenguaje que ha surgido con la pandemia. Me parece que ha habido una gestión terrible desde muchos puntos de vista, pero también desde el psicológico, con este lenguaje que se han inventado, orwelliano, que creo que ha generado una angustia todavía mayor en las personas y, desde luego, en mí. Yo no lo puedo escuchar. No voy a repetir esas palabras porque no quiero difundirlas, ni siquiera quiero escucharlas en mi interior. Pero están analizadas en el libro, van apareciendo y realmente me parece un error gravísimo el hecho de haber hablado de esta manera. Creo que ya está teniendo unas consecuencias en las cabecitas de las personas y que habría que haberlo cuidado muchísimo más.
«Los gatos son los que sobreviven, los que tienen siete vidas. Lo que hay que hacer es aprender más de los gatos y menos de los políticos, por ejemplo»¿No va a escuchar nunca más 'Resistiré'?
No, de ninguna manera. Toda esta parafernalia que se han montado alrededor de la pandemia con esta especie de ritos propiciatorios, con el Resistiré como mantra... Que quede en el recuerdo como una parte de nuestra historia más reciente.
Y las críticas a los políticos...
Fue un espectáculo. Y además, no es una cuestión ideológica porque no entro ahí. Pero fue teatral.
¿Los gatos están bien?
Los gatos son los que sobreviven, los que tienen siete vidas. Lo que hay que hacer es aprender más de los gatos y menos de los políticos, por ejemplo.