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Cunit ha presentado un proyecto para crear una gran laguna en la que practicar surf junto a un camping y en toda la finca la histórica masía de Cal Pla debe ser un punto central. Hoy en ruinas, el edificio se restaurará para destinarlo a convenciones empresariales y de formación. Sus jardines, en su día un ejemplo de modernidad, estarán abiertos al público.
Pero ¿cuál fue el origen de esa masía de estilo modernista? Muchos vecinos la conocieron en su esplendor. Para otros fue la casa abandonada en la que unos pocos se atrevían a entrar. Después estuvo ocupada y saqueada. El caserón tiene una singular historia de marineros, leyendas y timbas de poker.
La masía fue construida entre 1911 y 1929. Fue declarada como Bien Cultural de Interés Local por el Ayuntamiento para garantizar su protección, pero está en un avanzado estado de deterioro. Hace unos años se realizaron trabajos para intentar frenar la degradación y evitar riesgo de precipitación de sus elementos ya que muchos niños entraban a jugar.
La crisis de los años 90 frenaron intentos de rehabilitación por parte de los propietarios de la finca. Proyectos para habilitarla como hotel quedaron en nada. Pese a estar en ruinas residió un matrimonio, con permiso del dueño, para evitar que siguiese el vandalismo y que fuese un punto para drogadictos. Limpiaron la maleza del entorno. «Almenos es un cobijo», explicaban.
La masía comenzó a levantarla en 1911 la familia Ferrer-Benítez. Tras la muerte de Roser Ferrer, la casa la compró un capitán de barco de origen mallorquín que agrandó la vivienda y creó los jardines que la rodearon y que diseñó y realizó Jean-Claude Nicolas Forestier, el paisajista francés que también hizo los jardines de Montjuïc.
Además de los jardines plasmó en columnas con grafiados de barcos y con una veleta con un bergantín, su pasión por el mar. Pero se arruinó y en 1941 perdió la masía en una partida de poker. La familia Ferrer pudo entonces recuperarla hasta que a finales de los 2000 quedó abandonada.
Además del caserón destacan los bancos modernistas de lo que fueron sus jardines y el puente que daba acceso a la finca. Tras el abandono eran muchos los niños que se adentraban, por lo que el Ayuntamiento instó a los propietarios a vallarla.
La casa ha sufrido vandalismo e incendios. También se planteó destinarla a uso hotelero. Posteriormente perteneció a un grupo inversor que desarrollaba promociones inmobiliarias. Hasta ahora que puede volver a ser un símbolo de Cunit. Junto a surferos.