La familia de Tarragona que veranea en casas de lujo (y gratis)

Viajeros e influencers. Son de Torredembarra. Recorren mundo desde hace siete años sin pagar un euro de alojamiento. Fomentan en la red el intercambio de casas

20 mayo 2018 16:05 | Actualizado a 06 julio 2018 16:18
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Una espectacular piscina con vistas al atardecer en la Riviera Maya. Una urbanización de lujo, en Los Ángeles, cerca de donde viven Justin Bieber y Janet Jackson. Una mansión con nueve habitaciones y jacuzzi en Punta Cana. Una casa flotante en Amsterdam Un piso en el meollo de Park Central, en Nueva York. Todo ello mientras se veranea a lo grande –varias veces al año– y, para poner la guinda, gratis. «A mucha gente le damos envidia, aunque siempre sana, porque al final solo queremos ser una inspiración para los demás», concede Elizabeth Serelde, una profesora de Torredembarra que junto a su marido, el informático Pedro López, y a su hija Shaila, han hecho del intercambio de casas el modo de viajar en los últimos siete años. «Desde hace cuatro explicamos nuestra experiencia. Aconsejamos a los demás sobre cómo hacerlo», relata Elisabeth. 

Ellos se han convertido en algo así como unos influencers de este formato, que desglosan en su web ‘Trotamundos family’ y a través de encuentros en páginas como ‘Familias en ruta’. «Ahora no sabríamos viajar de otro modo», dicen. La receta es sencilla: entrar en la web Intercambiocasas.com, ofrecer la propia vivienda y ponerse en contacto con otras personas dispuestas a ceder su casa temporalmente. Lo más complicado es arrancar. «Empezamos en esto porque veíamos que viajando nos gastábamos demasiado dinero en alojamientos. La primera vez estábamos muertos de miedo. De hecho nos cogimos un hotel también por si acaso, por si no fallaba algo», narra Elisabeth. 

Esa desconfianza se perdió rápido: «Al final es como una filosofía de pensamiento. Ves que hay mucha gente buena en el mundo. La gente es muy cuidadosa. Nosotros hemos aprendido a dar mucho más gracias a los demás, a la hospitalidad que te brindan».  

A veces los intercambios son simultáneos en el tiempo. Ellos se alojan en una casa de Tokyo, Hong Kong o París mientras esos propietarios hacen lo propio en el apartamento cerca de la playa que ellos tienen en Torredembarra. También juegan, como alternativa, con la caravana en la que se hospedan a veces en el camping Tamarit para dejar libre su casa y que puedan alejarse en él los inquilinos extranjeros. 

En verano, Oceanía
Gracias a ese sistema, la familia López-Serelde es una versión moderna de Willy Fog y sus pasaportes ya no dan para más sellos. En Navidad fueron a la Riviera Maya. Desde entonces han estado en el Carnaval de Cádiz y esquiando en Andorra, pero el gran viaje de este año será en verano. Se alargará mes y medio. «Iremos a Oceanía, que es el único continente que nos queda por conocer. Allí haremos ocho intercambios de casas, seis en Australia y dos en Nueva Zelanda. Cogeremos 11 aviones», explica Elisabeth Serelde. 

Pero no quedarán ahí las aventuras de este año. Luego irán a Tenerife y se alojarán en una casa flotante en un canal de Amsterdam. Las próximas navidades ya están planificadas y cerradas: apartamento en Nueva York y luego mansión con jacuzzi en Punta Cana. En esos sitios, muchos de ellos de copete y alto standing, junto a playas paradisiacas, con jardines de ensueño y piscinas arrebatadoras, no sólo se ahorran el dispendio en la estancia. «No sólo estamos en casas preciosas sino que muchos de los dueños nos dejan también su coche. Y con algunas familias nos dejamos mutuamente comida local para el recibimiento», dice Elisabeth. 

Para Australia, ellos dejarán en Torredembarra tortilla de patatas y ‘pa amb tomàquet’ con jamón y a su vez podrán degustar los manjares oceánicos más representativos: «Hemos calculado que gracias a este sistema ahorramos un 50% del gasto total del viaje. El dinero que no gastamos en hoteles lo dedicamos a hacer muchas más actividades en el destino». Impacta el plan de viaje para Australia y Nueva Zelanda: visitar escenarios de 'El señor de los anillos', adentrarse en una cueva con gusanos que brillan en la oscuridad, ver ballenas, pingüinos azules y delfines enanos en libertad, cuidar a canguros y koalas, nadar en la Gran Barrera de Coral o pasear en barca por un río con cocodrilos en libertad, y sin peligro. 

A golpe de gratitud hospitalaria, Elisabeth, Pedro y la pequeña Shaila, de 11 años, exprimen al límite cada experiencia. La pareja hasta se llegó a casar en Las Vegas, aprovechando un intercambio en el que la familia norteamericana le ayudó en los trámites del enlace. «Incluso hemos mantenido después relación con la gente y somos amigos», cuenta Elizabeth. Nunca han tenido una mala experiencia. «Nuestra hija, al principio, era reacia a dejar que alguien durmiera en su cama y usara sus cosas. Ahora es al contrario. Cuando dejamos la casa, ella escribe una carta diciendo que ofrece todos sus juguetes para que los utilicen los que van a llegar». 

De Angkor a Los Ángeles
Y así se han plantado en una urbanización de Los Ángeles en la que les pidieron una multitud de datos por seguridad, ya que cerca vivían ‘celebrities’ como Justin Bieber; han visitado Dubai en un día; han estado en los monumentales templos de Angkor, en Camboya; en la inmensidad del Cañón del Colorado; han visto la majestuosidad abrupta de la Gran Muralla China y se han dejado embriagar por el Garden Rhapsody, el espectáculo de luces del Marina Bay Sans, en Singapur. 

Hasta disfrutaron de una fiesta privada en un resort de lujo en el Caribe mientras celebraban el fin de año y se han bañado en una ‘infinity pool’ en Vietnam en otra (¡una más!) casa de lujo, junto al mar y cerca de la selva. 

Cada miembro de la familia tiene su destino predilecto. Shaila disfruta en la Riviera Maya como en ningún otro enclave; Pedro prefiere las playas de Tailandia y a Elizabeth le sigue enamorando Nueva York, el lugar al que siguen volviendo, siempre intercambiando la vivienda, el punto de partida para continuar coleccionando vivencias inolvidables, bajo el lema que hace célebre a la Trotamundos Family de Torredembarra: ‘Viajar, soñar, vivir’. 

«Que las casas sean de más o menos lujo tampoco es lo importante. Lo principal es que es una forma de viajar basada en la confianza en la gente, la hospitalidad y la cercanía. Es algo también cultural, porque gracias al contacto con la gente local nos aconsejan rutas y experiencias que van más allá de lo convencional», recalcan para resumir su filosofía. Palabra de viajeros en familia.  

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