El sacerdote Gaietà Clausellas y el laico Antonio Tort, ambos fusilados en 1936, al inicio de la Guerra Civil, han sido beatificados este sábado 23 de noviembre en una ceremonia que se ha celebrado en la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona ante más de 1.600 personas.
El acto lo ha presidido el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos y representante del Papa.
La ceremonia la ha concelebrado junto al nuncio apostólico, Bernardito Auza; el cardenal arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella; y el obispo de Terrassa, Salvador Cristau. También han participado el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas, y el obispo de Girona, Octavi Vilà, natural de Tarragona.
Las causas de estas beatificaciones se abrieron en 1959, pero se paralizaron porque se incluyó en el mismo proceso la del obispo de Barcelona en 1936, Manuel Irurita.
Hace tres años, el Obispado de Terrassa pidió separar ambas causas y en abril de este año, el papa Francisco aprobó las de Causellas y Tort y les declaró mártires, paso previo a su beatificación hoy.
El sacerdote Gaietà Clausellas, nacido en 1863, fue fusilado con 72 años en una cuneta de la carretera que une Sabadell con Matadepera, ambas en Barcelona, el 14 de agosto de 1936.
Era el cura del asilo de ancianos que las Hermanitas de los Ancianos Desamparados tenían en la primera de esas localidades barcelonesas, frente a la Academia Católica de Sabadell.
El alcalde de Sabadell en aquellas fechas, del PSUC, intentó frenar sin éxito el fusilamiento del cura.
En el mismo oficio de hoy se ha beatificado también al joyero barcelonés Antonio Tort, padre de 11 hijos, quien escondió en su casa de la calle Call de la capital catalana al obispo Irurita, por lo que fue fusilado la noche del 3 al 4 de agosto de 1936 en el cementerio de Montcada.
Los restos de Clausellas y de Tort fueron encontrados años después de acabada la guerra en unas fosas comunes del cementerio de Montcada y su identidad está atestiguada documentalmente.
Sin embargo, durante el proceso de la causa existían dudas sobre los restos del obispo Irurita, enterrados en la catedral de Barcelona.
En 1994, el entonces arzobispo Ricard María Carles ordenó un análisis de ADN cuyos resultados confirmaron que correspondían al clérigo, una identificación que han corroborado otras pruebas científicas más recientes.