Antípodas y antagonismos

09 agosto 2024 21:12 | Actualizado a 10 agosto 2024 07:00
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Para comprender mejor el alcance de lo sucedido el jueves hay que empezar por reconocer que la investidura de Salvador Illa no levantó pasiones y que el regreso de Puigdemont lo que hizo fue crear un caos monumental. El exceso y el defecto. El antagonismo. Las antípodas. Illa y Puigdemont son como España y Nueva Zelanda, los separan demasiadas franjas horarias. Para analizar el jueves 8 de agosto hay que introducir factores como «proporcionalidad» o «responsabilidad institucional».

Desde ayer, los cargos de Junts –que en su inmensa mayoría desconocían las intenciones de Puigdemont (el silencio en X de algunos de ellos era muy elocuente)– han salido en tromba a acusar a los Mossos d’Esquadra de no permitir la entrada de Carles Puigdemont en el Parlament. Vayamos por partes. Que un cargo electo como es Puigdemont, al que se le debería aplicar la Ley de amnistía, no pueda entrar en el hemiciclo es la causa eficiente de todo el jolgorio que vivimos el jueves y cuya resaca nos dura aún. Pedirles a los Mossos d’Esquadra que incumplan con la misión que tienen asignada (sea esta una barbaridad o no) es pedir lo imposible. Es creerse que las instituciones catalanas deben responder a unos intereses de parte.

«¿Por qué no regresó antes Carles Puigdemont? ¿por qué no lo hizo en el 2019 o durante la campaña electoral?»

A los Mossos no se les puede pedir que no cumplan con el cometido que tienen asignado. Se les puede pedir que lo hagan con proporcionalidad y ajustados a un principio de no causar mayor mal del que se quiere prevenir. Los Mossos hacen lo que tienen que hacer. Pero se equivocan tratando a Puigdemont como si fuese Bin Laden. El operativo Gàbia es una desproporción, una hipérbole inexplicable.

Puigdemont es un pillo que ha sabido reírse en sus narices, como lo hacía Charles Chaplin del policía con bombín. Pero no se paraliza un país porque se les haya escapado un acusado de malversación. Incluso si la malversación fuera cierta. No por ser Puigdemont el operativo de búsqueda policial ha de diferir del que se aplique a alguien llamado Rodríguez Pérez. Igualdad y proporcionalidad. Más allá del fracaso operativo de los Mossos, está el error político de usar tu arma más letal para matar moscas a cañonazos. Y esto es un poco lo que ocurrió el jueves con el truco de magia de Puigdemont. ¿Y si hubiese regresado en el 2019?, ¿o en la campaña pasada? ¿Por qué no se plantó antes en el centro de Barcelona si lo tenía todo tan fácil, si podía pasearse por Catalunya como Pedro por su casa? Esas son las preguntas que no tienen respuesta. De momento.

De momento entramos en el túnel de la rutina que abandonamos en el 2012. Empezaremos a hablar de infraestructuras y echaremos de menos cuando lo importante era «les estructures d’Estat». Lo primero es gris y alquitranoso, lo segundo es romántico y luminoso. A la retórica contundente de un Puigdemont, contraponemos a un Salvador Illa que prefiere no hablar mucho. Ellos son como España y Nueva Zelanda, infinitas zonas horarias de por medio.

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