El futuro del polo petroquímico de Tarragona pasa por encarar con garantías el proceso de transición energética. El hidrógeno verde y los fondos del instrumento extraordinario ‘Next Generation EU’ de la Comisión Europea son una oportunidad para este cambio, y de las decisiones que se tomen en muy poco tiempo dependerán en buena medida las próximas décadas.
De ello depende la continuidad de una industria que genera empleos de calidad y alimenta una red industrial y de servicios con efectos multiplicadores sobre la generación de valor económico del territorio. Con 19,5 millones de toneladas de productos petroquímicos producidos en el año 2019 (últimos datos disponibles), el polo petroquímico de Tarragona sigue siendo el más importante del sur de Europa.
Sus aproximadamente 1.200 hectáreas dedicadas a la producción petroquímica, con más de un centenar de productos químicos, un 50% de la producción del sector químico en Catalunya y un 25% de la de España, dan la medida de un liderazgo indiscutible en su sector.
Este cluster es, además, uno de los mayores generadores de empleo de calidad en la demarcación de Tarragona, con alrededor de 5.500 puestos de trabajo directos, otros 5.500 indirectos y 35.000 inducidos, según datos de la Associació Empresarial Química de Tarragona (AEQT).
Un momento de cambios
La agenda marcada por la Comisión Europea (CE), que mediante los objetivos fijados en el Pacto Verde Europeo ambiciona situar a Europa como el primer continente climáticamente neutro en 2050, referente global en sostenibilidad y economía circular, sitúan sin embargo a este polo petroquímico ante una encrucijada. Porque la transición energética no es opcional, como tampoco lo son el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.
Las regulaciones, además, apremian. La Ley Europea del Clima, propuesta por la Comisión Europea (CE) en febrero de 2020, fija en el año 2030 la fecha en la que todos los Estados miembros de la Unión Europea (UE) deberán haber reducido en un 40% sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) respecto a la cifra del año 1990. En 2050, esa reducción tendría que haber alcanzado entre el 80% y el 95%, logrando así acercarnos mucho al objetivo de neutralidad climática en toda la UE.
El pasado mes de septiembre, la Unión Europea (UE) decidió acelerar todavía más el proceso de transición energética hacia una sociedad descarbonizada, y añadió a esa ley la iniciativa (que ya tiene el acuerdo político de los líderes de la UE) de aumentar el objetivo de reducción de emisiones para el año 2030 a un 55% respecto a las emisiones de 1990.
Esta aceleración no es casual, y en ella ha tenido mucho que ver el estallido de la pandemia global de Covid-19. La sucesión de acontecimientos hizo que, recién presentada la Ley Europea del Clima y sus ambiciosos objetivos en febrero de 2020, llegase a Europa la pandemia de coronavirus. Pero, lejos de dejar aparcado en un cajón el Pacto Verde Europeo, lo que ha sucedido es que la transición energética se ha acelerado.
Hidrógeno verde
El hidrógeno verde está llamado a ser central en este proceso de transición energética emprendido por Europa. Hay una revolución acelerada alrededor de un vector energético que va a ser clave en la Unión Europea en estas tres próximas décadas, y de los movimientos que se hagan hoy y las posiciones que se tomen en los meses venideros puede depender el futuro de territorios como el Camp de Tarragona y Terres de l’Ebre.
No solo eso: si aprovecha bien sus activos y trabaja con determinación y ambición, la Catalunya Sud tiene serias opciones de liderar el ‘hub’ de hidrógeno verde más importante del sur de Europa, convirtiéndose en uno de los referentes europeos en la transición energética. Cuenta con un activo muy poderoso para ello: la industria del polo petroquímico de Tarragona.
El contexto es el paquete extraordinario de 750.000 millones de euros que la Comisión Europea (CE) ha movilizado en forma de créditos y ayudas directas, denominado ‘Next Generation EU’ y en el que la transición ecológica, que incluye la eficiencia de recursos y las energías renovables, será el destino de un 37% de estos recursos extraordinarios.
En él se enmarca la estrategia europea para el hidrógeno verde, que pretende fomentar la constitución ‘valles del hidrógeno’ a lo largo de Europa. La tecnología que debe hacerlo posible es la electrólisis, que separa el hidrógeno del oxígeno cuando se aplica electricidad al agua. Para que sea ‘verde’, esa electricidad debe ser generada a partir de energías renovables (hidroeléctrica, eólica o fotovoltaica).
Transición
En esta transición hacia una economía climáticamente neutra hay, sin embargo, un trecho que recorrer, y en el que la demarcación de Tarragona, con el polo petroquímico a la cabeza, tiene mucho que aportar.
La Catalunya Sud, con el polo petroquímico más importante del sur de Europa, centrales nucleares y de ciclo combinado, energía eólica y fotovoltaica, y centros de I+D+i de referencia en Química y Energía, reúne todas las condiciones para ser un referente en este proceso de transición energética.
Pueden, además, aspirar con garantías a liderar un Hydrogen Valley de referencia en el sur de Europa, con la industria química, las administraciones públicas y los centros de investigación del ecosistema de conocimiento en el centro.
Entre otras cosas, porque no parten de cero. La generación de hidrógeno gris, como subproducto habitual en la industria petroquímica, es una realidad. El reto ahora es lograr que ese hidrógeno al que se identifica con el color ‘gris’ por su procedencia (la materia prima es de origen fósil), pero sobre todo por el destino del CO2 asociado a su generación (con emisión libre a la atmósfera), pase a ser ‘azul’. Eso implica aplicar tecnologías de captura de CO2 antes de su emisión libre a la atmósfera, para darle usos industriales de economía circular, por ejemplo como materia prima para la industria alimentaria o la industria química.
Poco a poco, van desvelándose los proyectos (algunos de ellos, milmillonarios) que esta industria está desplegando para afianzar su sostenibilidad, no solo en el ámbito medioambiental, sino también en el económico y laboral. Lograrlo implica empleos cualificados, mantenimiento de la industria, atracción y retención de talento, I+D+i, generación de un ecosistema emprendedor de startups ‘Energy Tech’... La oportunidad es grande. El riesgo de dejar escapar este momento único, también.