El mundo vive una primavera de la energía nuclear. Con 62 reactores en construcción en todo el planeta -según la última actualización de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés)-, China y los países del Sur Global lideran esta tendencia. Mientras tanto, Occidente, con una tradición mucho más larga en esta tecnología, empieza a replantearse (y, en algunos casos, lamentar) su autoimpuesto ‘apagón nuclear’.
Es el caso de Alemania, que dos años después de cerrar su último reactor nuclear se está planteando seriamente su regreso, tras constatar el tiro al pie para su industria que supuso fiar toda su estrategia energética a la importación de un gas ruso que dejó de fluir con la guerra de Ucrania, y que les ha obligado a quemar carbón y a importar Gas Natural Licuado de los EEUU a precios desorbitados.
El retorno de la energía nuclear a Alemania es uno de los principales ejes de la campaña electoral de la CDU, el partido favorito para ganar las elecciones del próximo 23 de febrero (a la vez que el responsable, en su momento, del ‘suicidio energético’ alemán).
Aunque, a diferencia de la ultraderechista AfD, que directamente defiende reabrir los grandes reactores cerrados, la CDU mira con esperanza la inminente llegada de los pequeños reactores modulares (SMR, por sus siglas en inglés), con una potencia máxima de 300 MW, equivalente a un tercio de la potencia de un gran reactor -de tipo LTO (Long Term Operation), como los de Ascó o Vandellòs-, de alrededor de 1 GW.
Porque, junto a la fiebre por seguir construyendo nuevos reactores de tipo LTO (donde se incluyen esos 62 reactores hoy en construcción a escala global), hay una carrera por ponerse en la lista para obtener los primeros reactores SMR que empezarán a instalarse, previsiblemente, entre los años 2027 y 2029.
Uno de los grandes clientes de esta nueva generación de reactores modulares será Polonia, que ya ha encargado 24 unidades a General Electric-Hitachi para descarbonizar su red de centrales de carbón heredadas de la época soviética, reconvirtiéndolas en centrales nucleares modulares, aprovechando toda la infraestructura de generación que ya existe en sus centrales de carbón.
Esta primavera de la energía nuclear a la que asiste medio mundo (y que deja a España como un caso excepcional, en su empeño por seguir a toda costa con el calendario de cierres de sus centrales nucleares, donde el cierre de Ascó I, Ascó II y Vandellòs II se producirá entre 2030 y 2035) queda recogida en un reciente informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), que certifica que la energía nuclear alcanzará este año 2025 un nuevo récord que «puede mejorar la seguridad energética a medida que la demanda de electricidad se acelera», según explica en su presentación.
«Mientras el Gobierno planea cerrar sus siete reactores nucleares, el resto del mundo vive un renacimiento nuclear» (Alfredo García, Divulgador nuclear)
El informe, titulado The Path to a New Era for Nuclear Energy (’El camino hacia una nueva era para la energía nuclear’), elaborado por esta agencia que aglutina todas las fuentes de generación (y a la que, a diferencia de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, es más discutible atribuirle un sesgo en su análisis), destaca que «el renovado impulso de la energía nuclear tiene el potencial de abrir una nueva era para esta fuente de energía segura y limpia, dado el fuerte crecimiento de la demanda eléctrica en todo el mundo».
En la presentación que acompaña a este informe, Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE, lo deja claro: «Hay más de 70 GW de nueva capacidad nuclear en construcción en todo el mundo, uno de los niveles más altos de los últimos 30 años, y más de 40 países tienen planes para expandir el papel de la energía nuclear en sus sistemas energéticos».
«En particular -prosigue Faith Birol-, los SMR ofrecen un potencial de crecimiento emocionante. Sin embargo, los gobiernos y la industria aún deben superar desafíos importantes para que esta nueva era nuclear se concrete, comenzando por entregar los proyectos a tiempo y dentro del presupuesto, además de abordar temas como la financiación y las cadenas de suministro».
España no se mueve
El pasado 18 de enero, la central nuclear de Almaraz (Cáceres), la primera en la lista del ‘apagón nuclear’ en España (el cierre de Almaraz I está previsto el 1 de noviembre de 2027, mientras que Almaraz II debería cerrar el 31 de octubre de 2028), fue escenario de una multitudinaria manifestación en defensa de una prórroga en este calendario de cierres, extendiendo la vida de todas las centrales nucleares españolas.
Tras la enésima negativa por parte del Gobierno español a reconsiderar este calendario, Foro Nuclear, la asociación que representa la industria nuclear en España, emitió un comunicado solicitando «establecer un diálogo con el Ministerio [para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico] para analizar de manera conjunta la situación».
Una petición de diálogo rechazada nuevamente, bajo el argumento, expresado por la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, de que el calendario de cierre de las centrales nucleares es algo que está «pactado» entre las empresas y Enresa (empresa pública de gestión de residuos radioactivos).
Alfredo García, supervisor en la central de Ascó y divulgador nuclear, conocido en redes como ‘Operador nuclear’, fue uno de los asistentes a esa manifestación celebrada hace pocos días frente a la central de Almaraz. Lamenta que «mientras el Gobierno de España planea cerrar sus siete reactores nucleares, que generan el 20% de la electricidad de manera segura, respetuosa con el medioambiente y brindando estabilidad a la red eléctrica, el resto del mundo vive un renacimiento nuclear».
«¿No sería el momento para pensar si el cierre desde 2027 debería seguir vigente?» (Ignacio Araluce, Presidente de Foro Nuclear)
«Los países responsables del 72% del PIB mundial y del 70% del consumo energético apuestan por esta tecnología», prosigue Alfredo García, que destaca que «según la Agencia Internacional de la Energía, la energía nuclear es clave para alcanzar los objetivos climáticos y energéticos. La ciencia -asegura- avala su sostenibilidad al mismo nivel que las renovables, destacando también su capacidad para complementarse perfectamente con ellas».
Es lo que recoge la nueva Taxonomía Verde de la Unión Europea, que contempla la energía nuclear como una de las fuentes de generación descarbonizadas, y que la exministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera (destacada antinuclear durante su etapa al frente de ese ministerio) defiende ahora desde su nueva posición de Vicepresidenta Ejecutiva para una Transición Limpia, Justa y Competitiva de la Comisión Europea.
Y es, también, lo que medio planeta, sin necesidad de taxonomías, demuestra por la vía de los hechos con la multiplicación de nuevos proyectos de generación nuclear. Sobre esta realidad es sobre la que proponen establecer un diálogo desde Foro Nuclear.
Lo explica su presidente, Ignacio Araluce, que destaca que «en el mundo han sucedido cosas muy importantes, desde el punto de vista energético», después del año 2019, cuando las empresas involucradas en la generación nuclear en España y Enresa acordaron el calendario de cierres (con un acuerdo que señalan que no se ha respetado, al incrementarse la ‘tasa Enresa’ un 30% sobre el 20% pactado).
«Una de las cosas que han sucedido en este tiempo -señala Ignacio Araluce- es la invasión de Ucrania por Rusia, tras la que Europa se dio cuenta de que era muy dependiente del gas exterior. Luego, los conflictos en Oriente Medio, con un impacto en la disponibilidad de energía. En ese momento, el mundo entero reacciona, en busca de la autonomía energética, y Europa lo hace lanzando un programa nuclear».
En este contexto, Ignacio Araluce plantea: «¿No sería el momento para pensar si el cierre [de las centrales nucleares españolas] desde 2027 debería seguir vigente? En el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) se dice que la potencia firme (aquella que debe cubrir la demanda bajo cualquier circunstancia) va a ser el gas, que va contra la política de emisiones de CO2, más un almacenamiento de energía que no se está haciendo».
«Tenemos que mantener una potencia firme -prosigue Ignacio Araluce-, y la única que cumple los requisitos sin CO2 es la nuclear, que aporta una quinta parte de la energía eléctrica de España. No veo el motivo para cerrar, y eso es lo que planteamos cuando le dijimos al Ministerio [de Transición Ecológica] que debería haber un diálogo».
«En Europa -concluye el presidente de Foro Nuclear- solo van en contra de la energía nuclear España y Alemania, que decretó el cierre paulatino de todas las unidades nucleares y se ha encontrado con un estrés energético enorme: está quemando carbón a mansalva, tiene el precio de la energía más caro de Europa y ha entrado en recesión por culpa de ello».
En pocos días, los resultados de las elecciones en Alemania podrían revertir esa oposición, dejando a España como la gran excentricidad en el panorama energético mundial.