Seguramente habrá muy pocas cosas más genuinamente tortosinas que quedar en el bar Ribera, en el parque de Tortosa. Josep Bayerri (Tortosa, 1944) acude a la cita muy puntual y pide café solo. Viste un jersey azul a juego con sus ojos, habla con franco entusiasmo y conversa con ganas de escuchar.
Josep, Pepe, es una persona muy conocida en la ciudad y el escritor y periodista Xavier Garcia está preparando su biografía. Su vida no ha estado nunca limitada a una sola profesión. Ha sido un hombre de muchos frentes: se ha dedicado al periodismo, a la construcción, a la docencia, a la política y al sindicalismo. Entre 1968 i 1985 fue aparejador y urbanista y en los años ochenta se dedicó a la docencia. Entre 1983 y 1986 también fue concejal del Ayuntamiento de Tortosa. Pero a lo que se ha dedicado toda su vida es al periodismo, su verdadera pasión.
«El periodismo es la profesión más bonita, pero tienes que hacer también otra cosa. La profesión está mal», dice con convicción. «Antes, el periodismo no era una profesión terminal, exclusiva. Yo empecé entusiasmado, pero el dinero lo gané como aparejador. Todos teníamos otro trabajo. Antes el periodismo no era ni una carrera y ahora se ha profesionalizado. Yo a los jóvenes les digo que si quieren hacer periodismo que también estudien otra carrera. Porque si les falla el periodismo, siempre tendrán algo más».
«Yo soy tortosinista, defiendo todo lo de Tortosa, que es una ciudad con gran calidad de vida»Bayerri comenzó de reportero siendo un chaval de sólo 18 años, como corresponsal de la zona de Tortosa y Terres de l’Ebre de La Vanguardia. «Pedí ser corresponsal por carta y, para mi sorpresa, me aceptaron. Enviaba mis crónicas por correo y creo que no sabían mi edad», recuerda con cariño. «Entonces un día me dijeron de ir a Barcelona para hacerme una credencial, pero no fui porque pensé que si me veían me considerarían tan crío que me destituirían». Pero con sólo 22 años, el 1966, ganó el premio Manuel Brunet, promovido por la revista Destino, de la que fue colaborador junto con otros periódicos. La entrega del premio era en el Ritz y se entregaba con el Premio Nadal. De nuevo, el joven Bayerri prefirió no acudir. «Luego, Horacio Sáenz Guerrero, que era el primer director de La Vanguardia que no era nombrado por el ministro, me propuso irme a Barcelona, entrar a trabajar en el diario y mientras estudiar periodismo. Pero le dije que no porque yo tenía novia, quería casarme y estar en Tortosa», explica sonriendo.
Además del periodismo informativo, con los años también se dedicó al género opinativo. De hecho, en 30 años ha escrito cerca de mil artículos de opinión. Aunque el periodismo de investigación es el que le ha acompañado a lo largo de toda la vida: «Me gusta ir a archivos, investigar, estirar del hilo y al final construir un relato», confiesa. También tiene una docena de libros publicados, entre los cuales una ucronía sobre Marcelino Domingo, político que ha admirado y del que, a su paso por el Ayuntamiento de Tortosa, promovió la recuperación de su figura con diversos actos. «Siempre he sido un fiel seguidor de Marcelino Domingo. Me siento identificado con su figura por varios motivos: los dos hemos sido docentes, concejales del Ayuntamiento de Tortosa, periodistas y fundadores de periódicos y políticos heterodoxos. Él republicano y yo, socialista, pero distanciados de lo oficial».
Sin duda un momento significativo en su vida fue la fundación del semanario Ebre Informes, del que fue editor y director entre 1977 y 1985. «Al final los periodistas queremos tener nuestro periódico, donde poder decir lo que queramos», dice. «Un buen periodista tiene que ser intuitivo, sabiendo anticiparse, honesto e independiente. Si no eres independiente, no podrás ser honesto. No es fácil: todos los diarios están dominados por aquellos que ponen dinero. Nuestro periódico sí lo era, porque no cobrábamos».
«¿Un consejo? Medita bien lo que harás y piensa las cosas antes de hacerlas»Bayerri es, además, lo que él llama «tortosinista»: «defiendo todo lo que tiene que ver con Tortosa, que me parece una ciudad con gran calidad de vida, aunque la gente es demasiado conservadora». A pesar de considerarse a sí mismo algo impulsivo, cree que en la vida «tienes que meditar bien las cosas antes que hacerlas. Ver, analizar y actuar». Ahora, a sus 76 años, cuando vuelve la vista atrás asegura que volvería a ser periodista. «Tal vez si hubiera escogido esa opción de La Vanguardia me hubiera ido bien, pero mi vida familiar no hubiera sido tan feliz. No lo sabes. Todo tiene su precio y la vida es una caja de sorpresas. Pero creo que, si pudiese, volvería a hacer todo lo que he hecho», dice con una sonrisa y unos ojos que aún chispean juventud.