«Ha sido uno de los partidos más complicados que he jugado en mi vida», decía Marc Fernández al terminar el encuentro en la piscina del Stadium Gal. «La valoración a nivel de juego no se puede hacer porque se ha jugado a un deporte totalmente distinto», también afirmaba Dani Vidal. Dos de las voces autorizadas del vestuario confirmaban que la tarde en Irún fue dura de digerir porque allí no se jugó un partido de fútbol con normalidad. Nadie disfrutó en un encuentro en el que el césped fue una charca que condicionó con mucha claridad el juego y, sobre todo, aguó la fiesta que debe ser un partido de fútbol.
¿Por qué se jugó ese partido? La respuesta solo la conoce la persona que decidió que así fuera y esa es el colegiado Figueiredo Comesaña, que era quien tenía poder de decisión absoluto. En sus manos estaba poder jugar o no el partido con el diluvio presente y el césped ya inundado antes de comenzar el partido.
¿Qué dice el reglamento de la Real Federación Española de Fútbol? El artículo 263.2 del Reglamento General de la RFEF dice que «el árbitro podrá suspender la celebración de un partido por causas de fuerza mayor, entre otras».
La lluvia y el estado del césped es una causa de fuerza mayor que en los últimos años y en esta misma temporada ha provocado el suspenso de muchos partidos. Sin ir más lejos, hace un par de semanas se suspendió el duelo entre el Barbastro y el Calahorra de la Segunda RFEF y el colegiado señaló lo siguiente en el acta: «El presente encuentro ha sido suspendido debido a las fuertes lluvias y a las malas condiciones climatológicas ocurridas en las horas previas a su inicio, quedando el terreno de juego completamente impracticable para la práctica del fútbol. Se han agotado todos los medios para la disputa del encuentro en el presente día, esperando hasta más tarde de la hora prevista para su inicio, no observando mejora alguna en las condiciones climatológicas ni siendo posible despejar la gran cantidad de agua presente en el terreno de juego».
Las bandas, encharcadas
Es cierto que el Stadium Gal no estaba totalmente inundado, pero también lo es que había diversas zonas del campo en los que el cuero no rodaba ni botaba. Esto sucedía sobre todo en los costados donde los charcos de agua eran más abundantes. Cuando el balón no pueda rodar ni botar por el agua acumulada se debe suspender un partido.
Había otras zonas en las que la pelota corría algo más y en otras directamente se aceleraba cuando botaba. Fue una tortura para los jugadores jugar en un césped que provocó que el partido fuera un pelotazo constante, ya que jugar a ras de césped era imposible porque los pases no llegaban, el cuero no corría... Y a todo eso hay que añadirle un diluvio que no cesaba y que durante algunos minutos incluso apretó.
Figueiredo Comesaña no consideró que el estado del césped fuera lo suficiente impracticable como para suspender o parar el partido y el Real Unión y el Nàstic tuvieron que jugar algo parecido a un partido de fútbol. Vencieron los locales por un penalti de Joan Oriol en una tarde en la que el espectáculo no hizo acto de presencia.