Unas vacaciones inolvidables en Salou. Eso es lo que se llevarán en sus maletas los miles de turistas franceses que este verano han acompañado la playa y el sol de la Costa Daurada con la consecución del segundo título mundial para el fútbol galo. Salou, la Playa de Europa, se disfrazó ayer de la playa de Francia. Después de ganar a Croacia en la final, miles de seguidores ‘bleus’ se echaron a la calle al ritmo de la Marsellesa en una celebración con remojón multitudinario incluido.
Al ya de por sí idolatrado Didier Deschamps, la afición francesa le puso ayer un peldaño por encima de lo humano. El técnico de Bayona, tercero en la historia que consigue una Copa del Mundo como jugador y como entrenador, fue un foco más de los cánticos que los ‘bleus’ entonaron antes, durante y después de la final de Luzhniki.
Las banderas tricolor, los gallos y las camisetas de Griezmann, Mbappé, Pogba y compañía pintaron la capital de la Costa Daurada desde primera hora de la tarde.
En las inmediaciones del paseo Jaume I, bares y terrazas reunieron buena parte de los seguidores franceses. El gol en propia de Mandzukic a los 18 minutos de partido encendió la mecha de la fiesta ‘bleu’. El empate de Perisic fue casi indoloro y con el 2-1 de penalti de Griezmann a las puertas del descanso, el aroma a bicampeona mundial empezaba a asomar.
En la segunda mitad los ánimos no cejaron. Ya brotaban los primeros gritos de «campeones». Los tantos de Pogba y Mbappé fueron motivo suficiente para hacerlo ya con descaro. La atención empezaba a desviarse de la pantalla hacia la fiesta que se avecinaba. Crecía la energía de los abrazos y el volumen de los himnos ante la inminente gloria.
Nada más escuchar el pitido final del colegiado, los ‘bleus’ se echaron en tromba a la calle. Poco a poco, los hinchas franceses fueron confluyendo en la avenida Andorra, hasta tal punto que la Policía Local de Salou tuvo que cortar el tráfico para que dieran rienda suelta a la celebración.
«Hay más franceses que españoles», se sorprendían ellos mismos ante la presencia de cientos de compatriotas. Los cierto es que después de cada «qui ne saute pas n’est pas français! (quien no salte no es francés)», pocos quedaban con los pies en el suelo. Los hinchas galos tampoco desaprovecharon el escenario y adoptaron los típicos «olés» españoles entre la sucesión de «allez la France!» que inundaron la tarde salouense.
No faltaron los petardos y las bengalas con los colores azul, blanco y rojo de la bandera francesa. Algunos coches alentaban con los cláxons, aunque la euforia ya estaba desatada.
La mítica Fuente Luminosa rememoró la celebración del Mundial que ganó España en Sudáfrica y se convirtió una vez más en el epicentro de la celebración. Ocho años después, aquel «yo soy español, español, español...» dejó paso al «on est la France! (somos Francia)» y a la Marsellesa que no pararon de entonar los aficionados galos en medio de un chapuzón de felicidad.
Tras el remojón en la fuente, un tímido «allons à la plage» (vamos a la playa) comenzó a tomar fuerza. Tanto que derivó en una estampida hasta la playa de Llevant, ante el asombro de propios y extraños. Allí que se movió la fiesta, entre las terrazas de los chiringuitos, las hamacas y las toallas de los bañistas, que se apartaron como pudieron ante la estampida ‘bleu’.
Desde el agua, cientos de franceses continuaron con la fiesta mientras desde la orilla otros tantos les observaban medio asombrados, medio celosos. ¿Quién no pagaría por unas vacaciones con la celebración de un Mundial incluida?