Tres novelas escritas por los poetas Marzal, Guasch y Marqués

Los tres poetas han publicado este año novelas que giran en torno a la celebración de la vida desde lo más íntimo y al buen vivir

28 noviembre 2021 09:17 | Actualizado a 28 noviembre 2021 17:25
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Tres de las mejores novelas publicadas durante este año han sido escritas por personas que antes habían publicado poesía, y que parecían poner, y ponían, todo su corazón en este género. Que las novelas más celebradas sean escritas por poetas no tendría que sorprender, como tampoco debería hacerlo que la mejor nadadora de nuestra comunidad acabe siendo olímpica, ni que el más flexible de la pandilla haga carrera en una escuela de ballet de Londres.

La poesía es solo una puerta a las mejores cosas, un empujoncito del alma para que lo más sagrado encuentre su lugar y se concrete en trascendencia que baja sobre nuestras cabezas. Sin trascendencia el ser humano se minimiza, igual que sin el poema se brutaliza.

Apuntaba Schelling que la obra de arte genuina es criatura de libre actividad, de necesidad interior, y a eso obedecen las novelas de Carlos Marzal, Pol Guasch y Juan Marqués, a una necesidad que tiene que ver con una celebración de la vida desde lo más cercano, una aproximación a esas querencias que justifican nuestro paso por este mundo, a esas cosas efímeras que apenas son y que lo desbordan todo. Las tres novelas que destacamos en esta entrega son novelas de amor, amor al género humano, y que subrayan nuestra dependencia del que tenemos cerca.

Nunca fuimos más felices, Carlos Marzal

«He observado que los que tienen una buena polla suelen exhibirla siempre que pueden, al salir de la ducha, al secarse, al sacar su ropa de la taquilla. Con naturalidad ensayada, con espontaneidad dramatúrgica. Los pollones constituyen un mérito añadido a la vida social de los individuos, una escarapela inguinal que adorna la biografía civil de su propietorio». De Carlos Marzal (Valencia, 1961) ya conocíamos su amplia y celebrada trayectoria como poeta y narrador, pero su nuevo trabajo, Nunca fuimos más felices, (Tusquets) es ciertamente un paso genuino en una obra ya imponente. Su nueva entrega gira sobre el fenómeno del futbol, sobre ese satélite que, queramos o no, sobrevuela nuestras vidas, sin embargo, el autor valenciano consigue que lo humanístico y lo biográfico rebase lo deportivo, y el lector, aficionado o detractor, se encuentra con una enciclopedia del buen vivir, un ensayo sobre la literatura que se escribe con el corazón y sobre la filosofía que nos ofrece respuestas sencillas que nos tranquilizan: «donde haya papas y cervezas que se quiten las ostras y el champán». El último capítulo del libro, «Prórroga», aborda el trágico día en el que el poeta Antonio Cabrera cayó de la peor manera mientras daba unas pataditas con Carlos, el hijo de Marzal. Rara vez hemos visto un cierro tan emocionante y emotivo en nuestra literatura. Un libro que nos hace capaces de vida.

 

El hombre que ordenaba bibliotecas, Juan Marqués

Hasta ahora nos sonaba el nombre de Juan Marqués (Zaragoza, 1980) por ese crítico exigente y escurridizo que cada pocos años entregaba un libro de poemas extraordinario, libros que lo han convertido, sin él pretenderlo del todo, en uno de los poetas más auténticos de su generación. Mientras que la originalidad vigila las afueras, la autenticidad solo atiende a los adentros, y ahí es donde apunta este poeta culto y despojado que parece desaparecer mientras escribe. Como los que se dirigen a clásico, Marqués se siente cómodo en las sombras aunque su literatura mantenga ese pulso continuo para ofrecernos una luminosidad alejada del fogonazo y del griterío. Al igual que la novela de Marzal, apunta a lo autobiográfico porque como él mismo apunta en la novela, «cualquier obra, en fin, habla inevitablemente de su creador», y esta atiende a la crisis de quien la escribe, a su crisis con la literatura, con su destino a partir de unos encuentros con un hombre que acaba forzando las mejores respuestas desde los acontecimientos más aparentemente triviales («los mejores libros del mundo sólo acertarán a hacernos vislumbrar o intuir una diminuta porción de lo que hay, algo minúsculo»).

 

Napalm en el corazón, Pol Guasch

«Recordaba otra foto que me había enseñado, de cuando aún salíamos con los demás chicos y nos íbamos a fumar y beber al porche de la casa de alguno de ellos. Yo solo me sumaba cuando Boris me invitaba, muy pocas veces. Las ramas de un árbol se metían entre las rejas y la hojarasca caía sobre las sillas».

Que la injusticia no sea la última palabra, que la ternura prevalezca a todas las calamidades de la historia, podrían funcionar como base de esta novela en la que Pol Guasch (Tarragona, 1997) narra en esta novela que se alzó con el premi Llibre de Anagrama la relación entre dos identidades veladas, dos personajes, dos chicos difusos que hablan desde unas palabras que parecen exceder a todo lenguaje sin dejar de ser eso, lenguaje, comunicación íntima y liberada que rompe todas nuestras estrechuras.

Tranströmer decía «palabras, no lenguaje», pero aquí ambos extremos conviven arrastrándonos por una atmósfera en la que los protagonistas nos recuerdan nuestra humanidad y nos invitan a resistir desde una pasividad que nos colma y amplia en cada página.

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