«Mi padre amaba y vivía para la pintura, por lo que nunca dejó de investigar, de buscar nuevas texturas, expresiones cromáticas, pinceladas, ...». Estas palabras pertenecen a Maria Elena Morató, hija del artista Josep Maria Morató Aragonès (Reus, 1923 - Barcelona, 2006). De esta manera recuerda al pintor con motivo de la inauguración de la exposición Entre la passió i la recerca, en el Museu Salvador Vilaseca de Reus.
La muestra, que se podrá visitar hasta el 25 de mayo, es la guinda a la celebración del Any Morató Aragonès, que comenzó el pasado mes de mayo de 2023 en Cornudella de Montsant, coincidiendo con el centenario del nacimiento del reusense. «La exposición reúne cerca de un centenar de obras, entre las que se encuentran algunas procedentes de coleccionistas particulares y que hasta el momento no se habían mostrado al público», explica Maria Elena Morató, quien también resalta el carácter comprometido de su padre: «Él mismo decía que todo pintor debe expresarse a través de todas las cualidades que posee; es decir, debe mostrar sus dotes, ya sean naturales o aprendidas». Razón por la que su mirada y capacidad pictórica no tuvo límites. «Nunca se acomodó; su meta era siempre ir más allá en busca de nuevos cromatismos y lenguajes», añade su hija.
Por ello, el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Reus, Daniel Recasens, pone en valor «que la exposición deja entrever la evolución de Morató Aragonès, a través de diferentes técnicas, así como el que fue su paisaje en determinados momentos y como su evolución fue una transición natural de una etapa a otra».
Así, el punto de partida de dicho viaje por la trayectoria pictórica y personal del pintor comienza con la primera obra del artista, un óleo sobre tela, de pequeñas dimensiones, de Cornudella datado de 1937, que comparte protagonismo con Paisatge d’Horta (1944), un óleo sobre tela de la Col·lecció de la Diputació de Tarragona. «Este cuadro le mereció la Medalla Tapiró en 1944 y desde entonces no se había vuelto a exponer», explica Maria Elena Morató, quien destaca que «en él ya se aprecia la influencia impresionista y postimpresionista», de quienes fueron sus maestros como Ignasi Mallol, Bonaventura Puig Perucho y Miquel Villà, entre otros.
Estos introdujeron a Morató Aragonès en los ambientes barceloneses de los cafés y las tertulias, que también se ven representados en la exposición junto a escenas y personajes cotidianos que convivieron en la capital catalana. Al respecto, Maria Elena Morató recuerda que su padre «era un pintor incansable, puesto que podía pasarse hasta diez horas en el estudio; el contrapunto a todo este trabajo eran las tertulias que compartía con otros artistas y amigos».
Una época que da paso al descubrimiento de nuevos lenguajes, un cambio de rumbo que se distingue a través de una nueva mirada del color y la perspectiva del paisaje, coincidiendo con los primeros viajes a Tetuán, París y Roma. «Se aprecia un estilo rotundo, de cromatismo fuerte y vibrante, de gestualidad libre y trabajo construido arquitectónicamente con la espátula». Así, de los viajes, la hija de la artista dice que «aprovechaba al máximo la experiencia, llegando a realizar hasta quince dibujos diarios, material suficiente para pintar un año entero».
La muestra también resalta «el apartado dedicado a los años 50 y 60, una época muy apreciada en su momento y hoy en día bastante desconocida por el gran público», según Maria Elena Morató. Una época que contrasta con los años setenta, «en la que se olvida de la espátula, sin dejarla del todo, para empezar a trabajar con el pincel. Entonces, también cambia el cromatismo, dando paso a una paleta más onírica y un creciente interés por los detalles y la calidad; una época de planificación cristalográfica, o dicho en otras palabras, construía sus cuadros como un arquitecto del color».
En todo caso, la obra del pintor reusense giró siempre en torno a dos ejes: paisaje y figura. Asimismo, la exposición se acompaña de material documental procedente del archivo personal del artista, así como de un documental que recoge testimonios de diversos amigos, galeristas y críticos de arte que compartieron o siguieron su trayectoria.
Un recorrido vital que, tal y como comenzó, acaba en Cornudella con la última obra del pintor, un óleo sobre tela de 2006, con el anhelo, en palabras de Maria Elena Morató, de que «la exposición se convierta en el nexo de unión entre el pasado y el futuro, entre quienes tuvieron la suerte de conocerlo y quienes ahora quieran descubrir las claves de la pintura de Morató Aragonès».