Luis Zahera (Santiago de Compostela, 1966) ridiculiza su propia figura con naturalidad en Chungo, un monólogo que ha logrado girar por toda España en varias temporadas. Este viernes visita de nuevo Tarragona.
¿Qué es un chungo para Luis Zahera?
Una mala persona, aunque en el monólogo desde un punto de vista de ficción. Chungo es Luis Zahera riéndose de Luis Zahera. Un repaso de mis 50 años de vida, acabo hablando de mis padres, de mis hermanas, de mi familia en general. Lo hago con naturalidad y con ese afán de relativizar las cosas, el humor te lo permite.
Seguro que en el Luis Zahera actor ‘chungo’ existe un lado tierno.
Me pasó mucho en Vivir sin permiso. La gente me transmitía cariño por el personaje de Ferro por su fidelidad, se olvidaban de que vendía kilos de cocaína y de que mataba a un puñado de gente. Creo que los chungos en ficción son de pacotilla, porque a mí, por ejemplo, Jr de Dallas, me encantaba. Son unos malotes cariñosos, digamos.
Y, ¿cómo es Luis Zahera en persona?
Mis padres me educaron en el trabajo. Siempre me decían que el trabajo es lo más importante y me considero una persona trabajadora. Además, me gusta mucho lo que hago. No he parado desde los años 80 y mis hermanas me piden, a veces, que me tome un respiro. Pero no puedo.
Hasta el punto que últimamente le ha dado un pequeño achuchón de salud.
Sí, muchas veces he pensado en bajar el ritmo pero no lo consigo. Ahora, por ejemplo, estoy preparando un nuevo guión en mis momentos libres aquí en Arousa. Bajo a la playa muy al final. Soy así. Me profesionalicé en los 90 y mi vida siempre está ligada a este trabajo que me apasiona. Y eso es una suerte. Mucha gente me dice que estoy de moda y pienso en aprovechar el momento. Al final fue un problemilla en la próstata y los últimos análisis han salido bien.
¿Qué tiene un monólogo de distinto al cine?
El teatro. A mí me encanta el teatro. Muchos me comentan que ya haré teatro cuando sea mayor y yo les digo que ya soy mayor. La liturgia del teatro es maravillosa. Nosotros nos dedicamos a mentir, fingimos personajes, muertes, felicidad. Y el teatro es la mentira más pura que existe. Me siento muy arraigado a este registro y estoy muy cómodo encima del escenario.
Oiga, dicen que en este mundo, los malos son los que ganan. ¿Es posible ser buena gente y tener éxito?
Desde la perspectiva de mi profesión, creo que existe un punto de azar clave; estar en el momento justo, en el lugar adecuado. Si un hijo de puta está en el momento justo y ante la persona adecuada es posible que tenga éxito, pero también la buena gente. En mi trabajo hay de todo, como en el resto de las profesiones.
El Festival de Málaga le premió por su papel el Pájaros, donde curiosamente interpretó a un personaje muy alejado del término malote.
Le estoy muy agradecido a Pau Durà (el director) por esta oportunidad. El personaje es un chico tímido que vive en una especie de esfera paralela que me apasiona. Me sentí muy cómodo. Gracias a las plataformas, creo que cada vez se arriesga más, y en el caso de Pájaros, no ha ido del todo mal. Este papel me ha permitido salir de la zona de confort y la experiencia me ha enriquecido.
¿Le quitan el sueño los premios?
Estoy muy agradecido a todos los que piensan y se fijan en mi trabajo, no lo puedo negar. Pero si me preguntas si trabajo para los premios, la respuesta es no.
Últimamente se le ve muy comprometido con su tierra a través de Greenpeace.
Como personaje público pienso que, ante situaciones de este tipo, resulta necesario posicionarse. La ría es un ecosistema único y estamos hablando de una barbaridad. Galicia es un país que intenta suicidarse y no lo consigue. Y antes de que muera intento ayudar a la gente con esta iniciativa de Greenpeace. Mira, hace un tiempo, una persona me aconsejó que no me metiera en política. Que si me posicionaba tendría problemas, pero en casos como este no puedo. Es necesario echar una mano.
