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«Escribo sin editar y jamás he roto una página de lo que he escrito»

El poeta y novelista Mircea Cartarescu presenta su nueva novela ‘Theodoros’. Como en todas las anteriores, busca sorprenderse, convencido de que su mente trabaja casi sola

17 noviembre 2024 21:21 | Actualizado a 18 noviembre 2024 14:00
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El poeta y novelista rumano Mircea Cartarescu asegura que escribe «sin tachones» y «sin editar» y revela que jamás rompe una página de lo que escribe. Con Theodoros su nueva novela, como en todas las anteriores, busca sorprenderse, convencido de que su mente trabaja casi sola, sin un plan previo, partiendo de una inspiración casi divina por la que se siente «profundamente agradecido».

«Suelto las ideas para que sean retomadas por mi mente. No me siento suficientemente inteligente para escribir un libro de literatura, pero confío en mi mente, que es más inteligente que yo. La escritura para mí es una cuestión de fe, de fe en la literatura misma», declaró Cartarescu (Bucarest, 1956), durante la presentación en la librería Follas Novas de Santiago de su última obra, que ha tardado 50 años en escribir.

En el acto estuvo acompañado por el editor de Impedimenta, Enrique Redel; el escritor ourensano Juan Tallón y la traductora de Cartarescu al castellano, Marian Ochoa de Eribe.

Ante una librería abarrotada por más de un centenar de seguidores del escritor rumano, Tallón aseguró que es «de mala educación» presentar a Cartarescu; un autor «descomunal».

«Esta novela contiene 3.000 años de la Historia de la Humanidad. Por ella discurren reyes y reinas, emperadores, papas o primeros ministros; pero también seres insignificantes de todos los escalones sociales», expresó Tallón, que dirigió varias preguntas a Cartarescu sobre la concepción de su nueva obra.

En ella, Cartarescu narra una historia de aventuras reales y fantásticas, en la que entrelaza lo histórico, lo legendario y lo filosófico para construir un universo que abarca desde la Creación hasta el Juicio Final.

Su novela parte de una historia real de Tudor, un ambicioso muchacho, hijo de sirvientes, criado en la Valaquia rural del siglo XIX. El germen está en las cartas del diplomático rumano Ion Ghica, a las que accedió Cartarescu cuando estudiaba en la Universidad de Bucarest.

Estas describen la historia de este muchacho, que desapareció a los 19 años, pero que podría haberse convertido, en la imaginación de Ghica, en el emperador etíope Tewodros II.

El resto es ficción, en la que se cruzan piratas y monjes, batallas y milagros y todo tipo de aventuras con personajes como el rey Salomón, la reina de Saba, Moisés, Lord Byron, la reina Victoria o el bisabuelo de John Lennon.

Según expresió Cartarescu, existen «incontables maneras de escribir», con «miles de caminos o senderos». El suyo, dijo, parte del «subconsciente», de esa musa «inspiradora» en la que él no importa.

«Intento no ser un escritor, siento horror ante esa idea. A mí lo que más me gusta es ser una persona normal y corriente», afirmó el escritor, que confesó que, como todo mortal, juega a videojuegos, ve Netflix, pasea y tiene gatos.

Dice no saber cómo ha escrito este libro ni qué contiene. Nunca los relee y procura olvidarlos «lo más rápido posible», porque de lo contrario «no podría escribir otro».

«Jamás he partido de un plan previo, con una sinopsis. No sé nunca qué es lo que voy a escribir en la página siguiente, la mente debe sentirse libre», expresó el autor, que dice «no sentirse orgulloso», pero sí «infinitamente agradecido» por haber recibido el regalo de la escritura.

En la presentación, alabó además la literatura popular o de masas y dijo ser admirador de escritores como Alejandro Dumas, Dostoyevski, Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, que «utilizan de manera evidente modelos populares» e incluso «el melodrama».

Cartarescu señaló que igual decepciona a los lectores que buscaban algo parecido a Solenoide, novela con la que obtuvo un gran éxito, y afirmó que su Theodoros conecta más con El Levante, que en un sentido literario es su «antepasado».

Ambas responden a su interés por el mundo de los mares -en concreto el Mediterráneo- y su fascinación por Oriente: «Soñé con batallas navales antes de saber lo que era un barco», rememoró.

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