Olivia Laing se suma a la tradición de escritores con jardín

30 noviembre 2024 19:43 | Actualizado a 01 diciembre 2024 07:00
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La escritora Olivia Laing (Buckinghamshire, 1977) se suma a la noble tradición de escritores con jardín con El jardín contra el tiempo. En busca de un paraíso común. La lista es larga, aquí van algunos nombres: la editorial Elba tiene algunos de los libros más curiosos sobre el tema, dos firmados por Marco Martella (Fleurs y Un pequeño mundo, un mundo perfecto), y uno por uno de sus heterónimos, Teodor Cerić (Jardines en tiempos de guerra); Pia Pera dedicó varios libros a huertos y jardines –están en Errata naturae–, y Santiago Beruete escribió “Una historia filosófica de los jardines” en Jardinosofía (Turner). Con su ensayo, Laing viene a engrosar esa lista con el rigor y la sensibilidad que está presente en otras de sus obras, como La ciudad solitaria. Es autora de la novela Crudo y hace unos meses se tradujo también su ensayo El viaje a Echo Springs, donde se detiene en la relación con el alcohol de un puñado de escritores.

Laing va tejiendo un tapiz sobre el jardín y su carga simbólica en la cultura occidental, sobre lo que significa, implica y se necesita para tener uno (dinero, básicamente, y tiempo, o sea, dinero), en el que hay sitio también para recuerdos familiares, o para investigar a propósito de los anteriores dueños del jardín que finalmente logra tener. Laing cuenta que siempre quiso tener un jardín y que no se hizo propietaria hasta los cuarenta –dieciséis mudanzas a sus espaldas, más o menos–; la casa con la que llegó la estabilidad la sedujo por el jardín, que no era un jardín cualquiera: su anterior dueño había sido Mark Rumary, jardinero de renombre, y pero el jardín llevaba en marcha desde el siglo XVIII. Se cuelan en este ensayo meditativo escenas de la vida cotidiana, el presente siempre aparece: la covid, la muerte de la mujer de su padre, los problemas con la herencia..., se cuelan sin invadirlo todo.

$!Título: El jardín contra el tiempo Autora: Olivia Laing Editorial: Eterna Cadencia, 2024

Laing aprovecha para leer Paraíso perdido, de John Milton, entre otras lecturas, y para hacer un poco de investigación filológica y descubre que la palabra “paraíso” significaba en lengua avéstica “jardín amurallado”; de ahí, unos 1500 después, pasó al griego, y es la que se emplea en el Antiguo Testamento para hablar de Jardín del Edén. Escribe Laing: “El descubrimiento de esta cadena de asociaciones me dejó atónita. Lo primero había sido el jardín, y el ciego seguía su estela. Ese había sido el cénit de la perfección, el ideal a lo largo de los siglos y de los continentes: un jardín cercado; un espacio fértil, hermoso, cultivado. Me encantaba que lo material precediera a lo sublime, o dicho de otra manera, que lo sublime surgiera a partir de lo material. Desbarataba el mito de la creación de un modo que me producía un intenso placer”.

Laing no evita ningún charco, los fondea, como cuando explora le relación entre la riqueza de Inglaterra y la explotación allende los mares, es decir, la esclavitud. Y es asombroso como logra que todos los temas vayan apareciendo de una manera orgánica y sin intención de dar lecciones. Uno de los consejos que le dan al poco de llegar a ese jardín abandonado es que no arranque nada hasta que haya pasado un año entero: ha de ver cómo se comportan las plantas en cada estación para saber si están muertas o dormidas. El jardín contra el tiempo tiene un tono sosegado y amable, respetuoso con el lector, con quien se muestra además generosa al compartir su pasión: la contemplación del jardín y su historia.

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