Los jueves, viernes, sábados, domingos.... Desde que entra la noche hasta que avanza la madrugada. «Comienzan a llegar a la una de noche y están hasta las dos, las tres... Después van a la discoteca y al salir siguen la fiesta a pocos metros de las casas. Hasta las seis, las siete...», explica una vecina de la urbanización Masos de Coma-ruga.
Los residentes de la urbanización denuncian los botellones que sufren y la inacción del Ayuntamiento para acabar con una práctica «que no nos deja descansar, provoca tensiones y nervios».
Los vecinos explican que reiteradamente llaman a la Policía Local y al teléfono de emergencias 112, «La respuesta es que no tienen efectivos. Que enviarán a alguien cuando tengan patrullas disponibles».
Aparcamientos
Cuando entra la noche decenas de coches ocupan los aparcamientos de los supermercados Lidl y Action que hay en la urbanización. También las calles de la zona, junto a las casas.
Grupos de jóvenes abren las puertas de los vehículos y con la música a todo volumen inician una fiesta con alcohol que se alarga horas.
«Aquí hay gente que trabajamos a turnos. Que se levanta a las cuatro de la mañana y no pueden descansar. Otros realizan guardias de 24 horas en enfermería... No podemos descansar y no se pone remedio», explica una vecina.
Señalan que han mantenido reuniones con el Ayuntamiento para reiterar la situación pero no ven soluciones. Además han expuesto el caso en el Síndic de Greuges y en el Defensor del Pueblo buscando amparo.
Ahora se han constituido como Asociación de Vecinos y uno de los objetivos es poner una denuncia ya que consideran que la administración no está garantizando su derecho al descanso en su casa.
Condena
Los vecinos recuerdan que la ordenanza de convivencia prohibe el consumo de alcohol en la vía pública y que ayuntamientos como el de Calafell fueron condenados hace unos años por no poner fin a ruidos y molestias a los vecinos en la calle donde se concentra el ocio nocturno.
Además del ruido que deben soportar, tras la noche de botellón quedan basuras esparcidas por toda la zona, micciones y defecaciones.
En algunas ocasiones los vecinos han salido a la calle para pedir a los participantes en la fiesta que bajen la música de sus coches. «La bajan en un primer momento, pero cuando ya estás en casa la vuelven a subir».
La discoteca
Además de esos botellones los vecinos consideran que una discoteca en la misma zona sobrepasa los decibelios permitidos y piden que se hagan sonometrías en el local.
Los vecinos reclaman su «derecho al descanso», señalan que en la urbanización «hay personas mayores y niños y con esos ruidos no pueden descansar».
La situación de los botellones y las molestias que generan se repite en muchos municipios. En Calafell son los vecinos a los pies del castillo quienes denuncian la situación y que también hay peligrosas maniobras con vehículos.