«El invierno ha sido malo, la Semana Santa tampoco ha ido mejor y ahora hay mucha gente paseando pero muy pocas ventas», apunta Lluís Salvat, secretario de la Associació de Marxants de la Província de Tarragona, desde su puesto en el mercadillo de Cambrils.
La temporada turística ya arranca y el resto de marchantes coinciden en que el negocio está «bastante parado», ahí y en «toda la costa», y señalan una «lista interminable» de factores en contra: el comercio online, la proliferación de artículos de segunda mano que «se ofrecen en las paradas como nuevos y a precios bajos», el género falsificado que «no se persigue», las tasas altas o la falta de servicios.
Cambrils acaba de iniciar los trámites para prolongar las licencias de los paradistas de su mercadillo como una pieza «clave dentro del ecosistema comercial». El sector se reivindica como «patrimonio de las ciudades» donde trabaja. Pero avisa: «Ya no se puede vivir de esto». Y fija en una horquilla de «entre el 5 y el 10%» la caída anual de las ventas desde que la Covid lo golpeó.
«No continuaré demasiado. Me quedan cinco o seis años para jubilarme y ya veremos si aguanto. No sé si renovar la licencia», comenta Jesús Vázquez. La de este marchante es la situación de muchos, algunos de tercera generación, que cuentan los días para retirarse.
El paradista hace balance de la jornada y resuelve que paga «75 euros» por montar y ha logrado «unos 200» de caja, siendo dos personas. «Llegué a tener hasta cuatro trabajadores, pero ya no se puede. Esto no tiene futuro», dice.
«Hace tiempo, sí se vendía. Luego, vinieron mal dadas pero teníamos un colchón. Y ahora se acabó el colchón», cuenta un marchante que prefiere no aportar su nombre. Le queda un año y medio para los 65 y lo tiene claro: «No quiero que mi hijo me releve. Sobrevivir se ha vuelto complicadísimo».
El vendedor destaca la «función social» del mercadillo, que «cubre una capa de la sociedad sin un poder adquisitivo tan alto». Y lamenta que, en general en la provincia, «no se le protege como debería» frente a fenómenos como el top manta.
Los marchantes hablan de «paradas okupas» que se ponen donde quedan huecos, de «falta de comprobación de que lo que se comercializa sea legal» y de los efectos del fast fashion. «Desde la pandemia, las ventas han caído en picado», asegura otro marchante que tampoco quiere hacer pública su identidad.
Pide «bajar tasas» en la demarcación y que «se hagan efectivos» servicios «básicos» como la limpieza. Y reclama «poder trabajar en festivo» porque «el año pasado se prohibió montar el 11 de septiembre».
¿Montar un segundo día?
Sobre la idea, lanzada años atrás, de implantar un segundo día de mercadillo en Cambrils –ahora es únicamente los miércoles–, el secretario de la Associació de Marxants tiene la percepción de que «ya no se habla mucho de eso».
Tampoco al gobierno le consta que actualmente exista una petición ligada a este planteamiento, en el que algunos marchantes sí podrían estar interesados, pero detalla que, si la reclamación surgiese, se estudiaría teniendo en cuenta las posibilidades y a todas las partes.